El capítulo 15 del Evangelio de San Lucas nos expone tres parábolas muy interesantes en las que manifiesta la misericordia divina. Es muy recomendable leer con frecuencia este capítulo 15 del Evangelio. Jesús enseña que nadie se encuentra excluido del perdón, y que los pecadores pueden llegar a ser hijos queridos de Dios mediante el arrepentimiento y la conversión. Cuando contemplamos la parábola del hijo pródigo (Lc.15,11-24) estamos ante una de las párabolas más bellas de Jesús, en la que se nos hace patente una vez más que Dios es un Padre bueno y comprensivo. En la parábola vemos las tristes consecuencias del pecado. Se nos habla de la ansiedad y el vacío que siente el corazón del hombre cuando está lejos de Dios.
El recuerdo de la casa paterna y la seguridad en el amor del padre hacen que el hijo pródigo reflexione y decida volver a su padre. Volver a la casa del Padre, por medio de ese sacramento del perdón, haciendo una confesión sincera y dolorosa, logramos de este modo, recibir el abrazo del perdón, de la paz y del amor del Padre Celestial. Dios espera siempre la vuelta del pecador y quiere que se ablande nuestro corazón ante la ternura y la bondad de nuestro Padre Dios.
Cuando llega el hijo pródigo el padre no le reprocha su conducta, movido por su inmensa compasión abraza a su hijo y lo cubre de besos.
Señor: Hemos pecado mucho pero tu misericordia es infinita.