Es frecuente al hablar sobre poner límites que pensemos en cómo decir NO a los demás. Pero me gustaría señalar dos cosas:
1. Poner límites también es PEDIR a los demás lo que necesitamos o queremos.
2. Ponernos límites a nosotros mismos también es necesario.
A nivel físico tenemos un límite muy claro: nuestra piel, que separa el adentro de nosotros del exterior. Pero también están los límites emocionales. Todos tenemos una frontera física y una emocional que nos puede separar o acercar del resto del mundo.
Los límites nos permiten tener una idea más clara de quienes somos, qué queremos o no queremos. Nos ayudan a mejorar nuestra relación con nosotros mismos y con los demás. Saber reconocer y establecer límites nos permite ubicarnos y sentirnos mejor.
¿Cuándo aprendemos a poner límites? Comenzamos en la infancia, por lo que cómo nos van poniendo a nosotros los límites en nuestro entorno y cuales nos permiten expresar o no, va a influir en la mayor o menor destreza que tengamos como adultos. Nuestro alrededor juzga lo que hacemos, lo que decidimos, lo que sentimos y hasta lo que somos.
¿Cómo lo aprendemos? Por imitación de lo que vemos en los demás, por la educación recibida, por la propia experiencia… De niños expresamos con total libertad lo que queremos o no, lo que nos gusta o no, pedimos sin pudor. Es el entorno y los adultos que nos rodean los que van dando su aprobación o no a nuestra expresión de límites.
¿Qué suele pasar? Aprendemos más a no poner límites en vez de aprender a ponerlos. Es probable que decir NO lo tengamos asociado a ser egoístas, intransigentes, autoritarios… Y PEDIR lo que necesitamos o queremos lo relacionemos con mostrar nuestras debilidades, quedar expuestos al otro, ser caprichosos, infantiles… Nada más lejos de la realidad!
Los límites han de ser establecidos determinando CÓMO QUEREMOS TRATARNOS A NOSOTROS MISMOS Y CÓMO LOS DEMÁS NOS TRATEN. Al no poder influir sobre las reacciones de los demás, hemos de trabajar sobre nuestra propia conducta, retirándonos de aquellas situaciones o personas que consideramos inadecuadas, tóxicas o nocivas y acercándonos a las que nos generan bienestar y respeto por nosotros mismos.
Poner límites nos protege física, mental y emocionalmente de ser usados o manipulados por los demás (aun cuando esas personas no piensan que lo están haciendo). Cuando los establecemos de una forma clara, estamos expresando nuestro auténtico yo, lo que deseamos y necesitamos, lo que estamos dispuestos a hacer o no hacer. Esto no ayuda para tener relaciones más sanas y justas con los demás.
Una de las causas más frecuentes que nos dificulta poner límites es el miedo. Miedo a ser rechazados, no queridos, a que el otro se enfade con nosotros y nos "retire su afecto", se sienta exigido, nos abandone, etc. Pero hemos de plantearnos que quien realmente nos quiere y quiere estar con nosotros ha de respetar nuestros límites y a la inversa.
Es sanísimo aprender y poner límites a los demás. Atrevernos a hacerlo. Ejercer nuestro derecho a decir "NO" sin sentirnos culpables y a decir "SI" cuando refleja lo que en realidad estamos sintiendo. A PEDIR lo que queremos y necesitamos, respetando que el otro puede también decir si o no. Así como nosotros somos libres para decir si o no a los demás.
Hay una frase que me encanta: Si lo que hay no te gusta o te daña intenta cambiarlo, pero si no cambia, sólo hay una opción sana: RETIRARSE
El mundo respetará nuestros límites si les indicamos dónde están. Nadie es adivino.