El próximo martes, 1º de noviembre es la fiesta en honor de Todos los Santos y al día siguiente el Día de los Fieles Difuntos, día en el que tenemos un recuerdo especial para nuestros familiares, amigos y conocidos que han dejado sus años de vida en la tierra. Con ocasión de ello, en estos días somos muchas las personas que estamos visitando los cementerios, haciendo en ellos obras de amor y estima hacia las personas queridas y conocidas que están allí enterradas, con la intuición de que muchos de nuestros familiares amigos y conocidos están entre los santos. Con nuestros gestos, oraciones y flores, en estas fechas los recordamos vivos y seguimos sintiendo la fuerza de su amor. Agradeciéndoles cuanto supieron amar y amarnos. Con la confianza descansan en la Vida que no se acaba y en la plenitud del amor que es Dios.
Estas dos fechas tienen un colorido especial: de añoranza y esperanza, de tristeza y alegría... Viajes a los pueblos de origen, visitas a los cementerios, adorno de las tumbas y panteones familiares, compra de flores, encargo de misas... Todo esto va unido a una antigua tradición familiar cristiana. Son días de un recuerdo especial para los seres que nos han sido muy queridos que han partido de entre nosotros. Ya no están en la casa, pero de alguna manera los queremos retener por medio de símbolos que expresan amor, como son las flores y la oración. Son las dos formas que mejor expresan nuestro cariño, como humanos, y nuestro deseo, como cristianos, de que vivan junto a Dios y sean felices para siempre.
Las flores que colocamos ene las tumbas son una expresión de nuestro amor y gratitud. Las flores son hermosas y agradables, perfuman y alegran el paisaje. Una flor significa amor, entrega y cariño. Todo lo que se diga de una flor es poco. Pero los cristianos, en este día, no nos podemos quedar sólo con el símbolo de las flores, por muy bonitas que sean. Los creyentes tenemos que dar un paso más y unirnos a nuestros seres queridos a través de la oración. Las flores son signo de cariño y amor; la oración es para recordar que están junto a Dios y son felices para siempre. Nos lo acaba de decir el Evangelio: - Felices los que miran la vida como un servicio y la gastan en hacer dichosos a los demás... - Dichosos los que, a pesar de los golpes de cada día, se levantan de nuevo y siguen adelante... - Alegres los que siempre piensan bien de los demás y tratan de comprender sus defectos... - Afortunados los que no dan ninguna importancia al dinero y les sobra para que los demás puedan comer... Vamos a seguir unidos a nuestros santos en el cielo y a nuestros seres queridos en la oración más importante que nos concentra a todos los creyentes en Jesús muerto y resucitado. En ella recordamos que Jesús, y todos los que le siguen, han pasado a una vida nueva y feliz para siempre.
Es una obra de misericordia orar por los vivos y difuntos. En estos días, pues, oremos especialmente por los difuntos y que los actos de amor que tendremos por ellos notablemente en estos días sea no sólo agradecerles lo que han hecho por nosotros, por el mundo, en los años de su vida en la tierra, sino que sea también un recordar y aprovechar las cosas buenas que han hecho en la tierra, imitándoles nosotros en ese sentido. Así, estos días de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos no se quedarán sólo con una pena o una tristeza humana y natural, sino que podrán ser unos tiempos e amor y de crecimiento bueno.