Hay ciertos políticos a los que el cargo les sobrepasa. Les viene grande. No se trata de que sean corruptos, ni incompetentes. Sencillamente, no están a la altura de la dignidad del cargo que representan. Es posible que ni siquiera sean conscientes de lo que eso significa y por ello, todo se lo toman a risa. Cuando entraron en política quienes se autodenominaron «ciudadanos normales y corrientes», muchos pensamos que constituirían un poco de aire fresco que ventilaría los despachos de las instituciones. Estábamos muy equivocados porque entre esos ciudadanos «normales y corrientes», los hay buenos pero también los hay nefastos. Y estos en nada se diferencian a los peores de los partidos tradicionales. Si uno entra en un bar cualquiera, encontrará gente decente y gente indecente. Pues en política, igual. Sucede, pero, que en política los indecentes que logran ocupar un cargo, lo acaban denigrando de tal modo que en lugar de dignificar la vida pública, que es a lo que venían según dijeron, han acabado incurriendo en las peores prácticas. Y eso que solo llevan un año y medio cobrando del erario público. Niegan todo error, no aceptan jamás la crítica -no digamos la autocrítica-, insultan a aquellos que no les hacen la ola, -mucho mejor si son periodistas-, se agarran a la butaca como garrapatas y se ríen del santo y de la fiesta. Leer los tuits de dos concejales de Sant Antoni haciendo mofa, con comentarios homófobos, ante una información periodística rigurosa, causa vergüenza ajena. Se dirá que hemos topado con los graciosos del grupo, pero es que los vecinos -y tampoco los funcionarios- tienen por qué soportar a dos comediantes haciendo chanzas, mientras ocupan un cargo público que denigran cotidianamente con sus palabras, sus actos y sus tuits porque, sencillamente, les viene enorme.
OPINIÓN | Joan Miquel Perpinyà
Los graciosos del grupo
Joan Miquel Perpinyà | Eivissa |