Hay pasos que sería mucho más interesante dar para ser declarado «amigo de la infancia» más allá de que un número de restaurantes incluya fruta de postre o espacio para amamantar. Ibiza no es un lugar hostil en este sentido, jamás alguien que estuviera detrás de la barra de un bar me ha negado la posibilidad de calentar un biberón. Pero sí que hay otros aspectos que merecen una revisión más concienzuda y cuidada. No es normal que las listas de espera de las piscinas públicas de las clases para niños de, por ejemplo, 3 o 4 años sea en muchos casos de hasta dos años. Sí, han leído bien. Algunas, muchas, de las piscinas de la isla al apuntar a los niños señalan que hay una lista de espera de dos años o recomiendan ir a una privada a veces sonrojándose y a veces no.
La isla no cuenta con espacios cerrados, que en el cada vez más lluvioso invierno son más necesarios, para que los niños puedan entretenerse. El diverspai o un espacio de similares características podría estar abierto todos los fines de semana del invierno. Por otra parte, la feria situada en las inmediaciones del parking de los multicines abre sus puertas en horario partido, es decir, cerca del mediodía cuando aún hay sol y hace menos frío el parque de atracciones está cerrado.
En muchas calles de Vila es casi imposible circular con un carrito de bebé, lo que padecerán también las personas que deben moverse en silla de ruedas, no sólo por roturas que puedan surgir sino porque no hay suficientes rampas para cruzar.
Y otro punto a tener en cuenta es la movilidad. Dejar los coches en las afueras de Vila para caminar con los niños bajo el sol hasta el centro cuando la ciudad ni siquiera tiene carriles bici ni hay un transporte de los párquines disuasorios al centro no es muy alentador. Se agradece que muchos restaurantes tengan en cuenta a sus clientes más pequeños pero espero que otros aspectos de la infancia se tengan en cuenta también.