El Evangelio de este primer domingo de Cuaresma nos habla del ayuno y tentaciones de Jesús. La Iglesia sigue las huellas de Jesús al establecer cada año el tiempo del ayuno cuaresmal. El retiro de Jesús en el desierto nos invita a prepararnos con la oración y penitencia antes de emprender cualquier actividad o decisión importante. Nuestro Señor Jesucristo había ayunado cuarenta días, siente hambre, y el diablo aprovecha la ocasión para tentarle. ¿ Cómo puede consentir el Señor que lo tiente el diablo?. Es San Gregorio Magno quien en una de sus homilías afirma que no debe extrañarnos que el Hijo de Dios permitiera ser tentado por el demonio, sabiendo de que manera fue tratado en su Pasión. El Señor permite ser tentado para aclararnos que la tentación en si misma, no es pecado. Jesús quiso ser probado en todo como nosotros, a excepción del pecado. En la oración del Padre nuestro, que nos enseñó Jesucristo, no le decimos que nos libre de la tentación. Le decimos que nos libre de caer en la tentación.
La Iglesia en esta santa Cuaresma nos exhorta a que tomemos en serio este tiempo de gracia y de perdón. Que no sea una cuaresma más. Para ello nos pide oración, limosna y ayuno. Para lograr nuestra conversión hemos de reconocer y estar bien convencidos de una cosa: que el Señor nos espera a todos con los brazos abiertos, para que volvamos a Él si nos hemos alejado por el pecado. La conversión es eso: volver a Dios del que nos hemos separado por nuestras culpas. Aprovechemos esta Cuaresma para reconciliarnos con Dios y con la Iglesia.