Me pregunto cuánto han invertido las instituciones pitiusas en promoción turística. Sumando los dos Consells, los cinco ayuntamientos y algún otro, la cifra final puede ser escandalosa. Bueno, pues han hecho lo mismo que estos entrenadores que aunque esté lloviendo riegan el terreno de juego, para que sea más resbaladizo.
Si algo le hace falta perentoria a las islas no es más promoción, sino más inversión en infraestructuras, como mínimo. Las circunstancias geopolíticas se han combinado para maquinar la tormenta perfecta contra Ibiza y Formentera. Al récord sin paliativos de 2016 se suma un aumento monstruoso. Ignoro quién puede estar contento por ello. Todo el mundo quiere hacer su agosto en Ibiza. No vendrán en enero y febrero, no se preocupen: necesitan la muchedumbre para poder levantar carteras o lo que se ponga por delante.
Las noticias, o sea, las previsiones son muy alarmantes. Hay operadores turísticos que han hablado de un aumento del 30 por ciento. Esto será indigerible. Pero no acaba aquí: los cruceros han anunciado reservas para 191 embarcaciones, que significarán un 38% más que el año anterior. ¿Cuántos turistas? Unos 340.000.
Si usted piensa que apenas bajarán al puerto, también se equivoca. Ibiza suele ser una escala larga, más de 24 horas. En la ciudad colapsarán aún más las calles y coparán los taxis, en caso de haberlos. Pero si usan autobuses del servicio discrecional, las carreteras ibicencas van a convertir el año 2017 en memorable a todos los efectos.
La parte positiva nos ofrece la constatación de un gran éxito. Pero el regreso a la realidad lo veremos a partir ya de abril. Esperemos que ningún temporal de primavera cause más daños materiales. Sobre lo demás, a rezar.