En realidad, la picaresca va en doble dirección. Los turistas británicos se han encontrado con un filón en las diarreas inventadas. Van a la farmacia y adquieren un antidiarreico y guardan el tiquet. Simplemente con esto, cuando regresan van a algún despacho de abogados que pululan por el Reino Unido y denuncian al indefenso hotelero por haberles causado una gastritis. Es falso, claro, pero qué más da. Ya llevan estafados unos 50 millones a los hoteleros españoles. Y lo seguirán haciendo hasta que su gobierno no cambie la ley en el Reino Unido.
También es verdad que los turistas temen ser timados en cada momento: Una situación es el abuso del taxista o taxi pirata. Mejor apalabrar precio antes.
Otro temor es a los trileros; quien pique es porque es un ingenuo o ha viajado poco. También están presentes en Italia, Grecia y otros países. Ya sabe, el juego de los tres cubiletes, donde hay que tratar de adivinar donde está la bolita.
Pero quienes hacen daño de verdad son los carteristas que trabajan al descuido y con técnicas depuradas para hacerse con tu cartera o tu móvil. Hay varios grupos mafiosos organizados que peinan zonas de playas y donde haya aglomeraciones. Son un peligro constante e incluso en Ibiza se han mostrado agresivos y violentos a veces. Solo basta leer la prensa durante todo el verano.
Usan otras técnicas, como limpiarte una mancha (inexistente) o preguntarte por una calle, mientras se aproximan y te dan un abrazo para sacarte alguna joya del cuello. O pretenden venderte una rosa, ponerte una pulsera (que te intentarán cobrar), o cualquier otra maniobra de aproximación. Los veranos, además, facilitan los robos con fuerza a turistas ebrios.