No entiendo que en decenas de eventos en Ibiza no se hable ni una palabra de español y no se escuche, al menos, un “buenas noches” o un “bona nit” entre quienes los presentan. No entiendo que en algunos restaurantes tenga que pedir un agua en inglés y me digan con descaro que no me entienden. No entiendo a la gente que se cruza conmigo en el portal y me niega el saludo. No entiendo a los que dejan la bolsa de basura junto al contenedor y no se molestan en meterla dentro, y mucho menos a los que depositan con impunidad sus desperdicios en mitad de la calle o en nuestras maravillosas playas. No entiendo a los que se lanzan desde una ventana para intentar llegar hasta la piscina, con lo fácil y seguro que es hacerlo por las escaleras. Me cuesta comprender la nueva Ley de Turismo que han aprobado esta semana nuestros dirigentes para reconocer dos días después que no sirve para nada, y que en vez de proteger nuestros derechos como ciudadanos y contribuyentes nos deja más indefensos. No entiendo a los que especulan con sus casas, con su isla y con su futuro, dejando sus pisos en manos de cualquiera, y mucho menos que lo justifiquen con argumentos de mentira. No entiendo a la gente que responde con agresividad cuando le pides que baje la música o que no grite a las dos de la mañana. No entiendo a los que ponen “chunda-chunda” a tope en nuestras playas en vez de escuchar la banda sonora del mar. Tampoco entiendo a los que defienden el reguetón como la música ya no del verano, ¡sino del año!, sin prestar atención a las bajezas de algunas de sus letras, y riéndose con descaro de los que seguimos amando el pop español de los 80.
No entiendo a los motoristas que me adelantan por ambos lados en las rotondas poniendo su vida en peligro y la mía. No comprendo a quienes dicen que no les gusta leer.
Me cuesta muchísimo ponerme en la piel de los que juzgan a los demás amparados en pseudónimos y humillan a otras personas por su físico o ideas, escudados en las redes sociales, sin ser conscientes del daño que pueden causarles, y me es imposible entender la mente de los que anteponen los negocios a la amistad. No entiendo por qué la gente consume drogas que no sabe de dónde vienen ni qué efecto tendrán sobre su salud ni a quienes agreden a otras personas física o verbalmente, estén o no bajo sus efectos.
No entiendo nada y entiendo demasiado. Este es un artículo que busca recuperar la cordura, el sentido de las cosas y la moralidad bien entendida de las personas. Ibiza es un paraíso que estamos quemando, que se consume y agoniza y que debemos recuperar entre todos. No se trata de demonizar a los turistas, sino de reclamarles respeto, no es cuestión de que no vengan, sino de que no impongan la ley del más fuerte. Ibiza no es Las Vegas. Lo que ocurre aquí no se olvida y sí podemos hacer algo, de hecho es nuestro deber remediarlo.
Queremos volver a apreciar a quienes nos escogen para disfrutar de sus vacaciones, convertirnos en sus mejores anfitriones y agradecerles su visita, pero para ello deben ser agradecidos y respetuosos con la isla.
Quiero escuchar un “gracias” en mi idioma en mi país, ver con claridad los intermitentes del resto de vehículos, escuchar un “lo siento” por parte de quienes no me permiten conciliar el sueño, volver a tener vecinos de verdad, de todo el año, escuchar a mis amigos cuando como o ceno en un restaurante y disfrutar del silencio atronador del mar. Quiero creer en las personas, en las cosas bonitas y en un futuro. Quiero entender mejor las cosas. Yo sí quiero.