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OPINIÓN | Rafael Torres

Los líderes vagos

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Los actuales líderes del independentismo catalán son tan dejados, tan «mandrós», que no se han tomado la molestia de atraer a su causa, previamente a su movida, a una mayoría significativa de catalanes, entendiendo por significativa, en un asunto de tanta transcendencia como el de la secesión, a no menos de las tres cuartas partes de ellos. Por ese su desprecio al trabajo, que en política no es timar a la gente con las estampitas de una Arcadia superior y feliz, han fiado al sentimiento nacional, que en Cataluña en intenso, antiguo y profundo, el curro, suponiendo que ese sentimiento les faculta a ellos para burlarse, hasta los extremos más delirantes, de la razón. También de la ley, pero en tanto que la ley puede cambiarse, la razón no.

Instalados en el absurdo por su aversión al trabajo, cosa que chirría en el país del «seny» y de la laboriosidad, éstos líderes explotan ese sentimiento, lo desamparan y lo desconciertan con sus actuaciones antidemocráticas. Despojar al Parlament de lo que le es esencial, el debate, purgar al disidente incluso de las propias filas, usar con opacidad los fondos públicos, dividir a la población entre buenos y malos catalanes, situar en cargos importantes (Interior, jefatura de los Mossos...) a personajes que no acreditan otra capacidad ni otro valor reconocido que el de ser furibundos independentistas, comprometer el pan que los funcionarios llevan a sus familias por forzarles a delinquir, no son cosas que se compaginen con esa Arcadia superior, feliz y extremadamente democrática que prometen para el Día de la Desconexión, ni mucho menos la anuncian.

Dejando a lado por un momento la catastrófica política del Partido Popular respecto a Cataluña, y no digamos respecto al sentimiento catalán, el drama de los Puigdemont, Junqueras y la CUP rigiendo como orates los destinos del territorio no sólo aflige a los españoles, catalanes incluidos, sino también a muchos catalanes partidarios de la independencia que no se incluyen: merecerían éstos, pues sus aspiraciones son respetables y legítimas en democracia, otros líderes, siquiera tan respetables como sus aspiraciones.

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