El isabelino salón, con las luces multiplicándose en los espejos, por gracia del garrulero parlar se convertía en una jaula cromática de gritos y destellos». Hasta aquí Valle-Inclán.
Hoy sólo imagino a un compatriota capaz de emularlo, a saber, Ignacio Ruiz Quintano, capaz de definir el delicadísimo pez llamado raor en mallorquín y galán en castellano como «un salmonete pasado por el ‘Wish you were here' de Pink Floyd».
Un lacayo filósofo de Valle dictamina que como «el día se hace noche y la viceversa, todo anda del revés en España». O sea, nada nuevo hoy. Se abren diligencias por sedición contra un fantoche castellano converso al independentismo y Su Señoría Ilustrísima lo deja en libertad retirándole, eso sí, su pasaporte; teniendo en cuenta que se puede viajar por medio mundo con el odioso DNI de la Espanya que ens roba, ya me dirán si el «mayor» no tendrá la tentación de poner pies en polvorosa rumbo a Eslovenia cuando de verdad pinten bastos, si es que quieren el azar o la necesidad que alguna vez pinten.
Mientras tanto, la abogada del Estado que funge de Vicepresidenta del Gobierno del Reino de España afirma en televisión, sin ruborizarse, que el Sr. Puigdemont del Cocomocho y Casamajó «será responsable de que se aplique la Constitución española en Cataluña»; es lo del lacayo filósofo de Valle, o sea, el mundo al revés … sólo que siglo y medio más tarde, a menos que la vallisoletana doña tenga un nivel de ironía británica al que no logramos acceder quienes no somos abogados del Estado, que todo puede ser ya en esta nueva Corte de los Milagros posmoderna.
Al mismo tiempo, sigue la huída masiva de empresas catalanas (la última, Codorniu, a otro país catalá cuya capital es Logroño) en busca de «seguridad jurídica», que es hoy eufemismo por «sentido común». Mientras tanto, los genios financieros de la Generalidad, inasequibles al desaliento, se proponen «crear un Banco Central catalán con quinientos empleados para supervisar la solvencia de las entidades financieras». (Tengo entendido que quedan dos y de medio pelo las dos, pero quinientos adeptos más sin duda harán patria mientras cobren la nómina, que luego ya se verá su grado de lealtad a la sagrada causa).
Unos desgarramantas con menos luces que un barco de contrabando han puesto en jaque al Estado más antiguo de Europa y los gedeones acomplejados que lo desgobiernan disponiendo de un formidable aparato de coacción legítima andan mareando la perdiz para no tener que hacer lo que no les quedará más remedio que acabar haciendo, a saber, sofocar la rebelión y poner en manos de los tribunales de justicia a los culpables. ¡Qué fastidio! ¿verdad usted? ¡Con lo bien que se está leyendo el Marca y siguiendo el tour de force, digo de France!