Mariano Rajoy gusta de adoptar la técnica taoísta del wu wei, pero a la gallega. Consiste en el arte de hacer desde la no-acción. O más claramente: la acción sin intención. Algo habitual en un fumador de puros o aficionado a los paseos que piensa que es mejor no hacer nada porque el tiempo lo cura todo. Pero ante la deriva independentista de los actuales gobernantes de Cataluña se ha visto obligado a mover ficha y aplicar el 155 que los Ciudadanos de Albert Rivera (saben por experiencia que los nacionalistas son insaciables) exigían desde esa declaración de independencia suspendida, o suspendida no declaración, que estamos en medio de ambiguos territorios sofistas, así que vaya usted a saber lo que suspendieron o declararon.
Tal medida trata de imponer cierto orden y respeto a la ley en una comunidad cuyos dirigentes delirantemente ignoran a una mayoría no independentista. Lo cual está provocando una peligrosa fractura social y una sangría económica ante la fuga de empresas y capitales de la región más burguesa de España.
¿Tendrá éxito? Eso depende de los catalanes, que tendrán la oportunidad de votar legalmente en unas próximas elecciones autonómicas. Los nacionalismos desprecian la herencia cultural común y han violado demasiadas veces Europa, hoy mandada por un organismo supranacional que volvió a dar todo su apoyo a España durante los Premios Princesa de Asturias.
Por lo menos con la aplicación del 155 por fin nos daremos cuenta de que el Senado sirve para algo. O al menos lo veremos trabajar.