El capítulo 23 del Evangelio de San Mateo es una dura acusación contra los escribas y fariseos por los males que acarrean al pueblo. Moisés entregó al pueblo la Ley que había recibido de Dios en el monte Sinaí. Los escribas y los fariseos tenían a su cargo enseñar al pueblo la Ley mosaica. Jesús reconoce la autoridad con que enseñan la Ley de Moisés; pero previene al pueblo y a sus discípulos que los maestros de la Ley con su mala conducta no practican lo que enseñan. Por esta razón, Jesús dice: Haced y cumplid todo cuanto os digan, pero no hagáis según sus obras, pues dicen, pero no hacen. San Pablo en la carta a los Romanos dice: por culpa vuestra es blasfemado el nombre de Dios.
Jesucristo viene a enseñar la Verdad; más aún, El es la Verdad. De ahí el carácter único de su condición de Maestro. Toda la vida de Cristo fue una continua enseñanza: su silencio, sus milagros, sus gestos, su predilección por los pequeños y por los pobres, la aceptación del sacrificio supremo de la Cruz para la salvación del mundo, su Resurrección. Todo ello es la actualización de la Verdad revelada. Para los cristianos el Crucifijo es una de las imágenes más sublimes y populares de que Jesús nos sigue enseñando desde la cátedra de la Cruz. Reafirmemos en nosotros el fervor hacia Cristo, Maestro que revela a Dios a los hombres. El Maestro que salva, santifica y guía, que vive para siempre, que habla, que conmueve, que perdona, que camina diariamente con nosotros en la historia; el Maestro que viene y que vendrá en la gloria.
¡Creo en Jesucristo, espero en Jesucristo, amo a Jesucristo!
Alabado sea Jesucristo.