La figura del Concierto Económico forma parte de la memoria, de la idiosincrasia del País Vasco. Es una figura que es de todos y no pertenece a nadie. Probablemente el Concierto es esa punta del abanico que une todas las tablillas. Lo defienden nacionalistas y no nacionalista y aunque es verdad que ha contado, de manera histórica, con alguna reticencia socialista, lo cierto es que no ha habido Gobierno en España que haya osado cuestionarlo. Cuenta, además, con la protección constitucional que, por supuesto, se puede modificar, pero lo cierto es ahí está con la máxima cobertura legal posible en nuestro país.
Son las Diputaciones forales, no el Gobierno vasco, las responsables de la recaudación. Son estas instituciones forales las que gestionan el Concierto y estas, a su vez, dotan de fondos públicos al Ejecutivo de Vitoria. Si se recauda mucho, hay más posibilidades de gasto, pero si cae la recaudación, como ocurrió hace un par de años en Vizcaya que sus cuentas se vieron mermadas en 300 millones de euros, ni las Diputaciones y mucho menos el Gobierno vasco puede acudir a los fondos del Estado. Si ocurriera que las instituciones vascas no pagaran a tiempo o directamente no pagaran a los proveedores, Montoro no acudiría en su auxilio .
La clave no está en la figura del Concierto sino en el cálculo justo del Cupo que es lo que la Administración vasca debe pagar al Estado por lo servicios que éste presta a la Comunidad Autónoma y es en este punto en el que, por el bien de todos, la transparencia debe ser máxima, las partidas bien detalladas de manera que todos tengan a mano los cálculos. Mientras esto no ocurra son más que comprensibles las reticencias que esta figura despierta en no pocos sectores sociales y políticos en el conjunto de España.
Es verdad que el nivel de vida, en el País Vasco, es muy alto, que los salarios son superiores a la media nacional, que los servicios públicos son envidiables. Todo eso es verdad pero aunque resulte paradójico, este salto en el bienestar surgió de la profundísima crisis de los años ochenta. La decadencia económica, la falta de empleo, los constantes conflictos sociales, marcaron, por entonces, la vida de los vascos. En aquel momento y ante semejante panorama, el Gobierno nacionalista, con gran acierto optó por la reindustrialización que ahora llamaríamos «sostenible». Era la única manera de paliar la caída en picado de las grandes empresas vascas. Costó tiempo recuperar los buenos tiempos, pero se recuperaron. Sin ETA y sin planes secesionistas, el País Vasco es hoy una comunidad próspera y segura. Urkullu, de ningún modo, va a poner en riesgo nada de esto porque como dijo el presidente del EBB cuando ganaron las autonómicas «nos han votado para volver a ser ricos». Y en ello están.
Bueno sería que fueran los propios nacionalistas quienes hicieran una intensa labor de pedagogía, de explicación clara de lo que significa y es el Cupo. Y lo deben hacer, entre otras razones, porque somos muchos los vascos que defendiendo el Concierto Económico, no queremos pasar por insolidarios. Los vascos, los bilbaínos que creemos que España es una gran Nación y que es la solidaridad uno de los grandes fundamentos de cualquier país que se precie, nos duele saber que según donde vivas tienes mejor o peor atención médica, mejor o peor Educación, mejor o peor asistencia social a los más desamparados y esta es una gran asignatura pendiente del Estado autonómico. La falta de igualdad en derechos y prestaciones es una seria amenaza a nuestro modelo de Estado, además de una injusticia flagrante que habría que abordar de manera urgente junto con una labor de explicación y transparencia.
Por ello es más que razonable que desde la Oposición se haya reclamado un debate detallado y entra dentro de toda lógica política que el Gobierno trate de atraer al PNV para la aprobación de Presupuestos, cosa que haría y han hecho todos los Gobiernos cuando lo han necesitado. Todos, menos Ciudadanos que si bien es seguro que su discurso gusta a mucha gente, sería bueno un compromiso oficial y público de que ellos estarían dispuestos a perder el poder si para lograrlo necesitaran de votos nacionalistas. Este compromiso pondría muy en valor su discurso.