El juicio ha quedado visto para sentencia y las conclusiones del fiscal nos han puesto los pelos de punta y provocado una repugnancia difícil de explicar con palabras. «No hubo consentimiento en ningún momento. La joven fue sometida a una violación «conjunta y coordinada, bajo violencia e intimidación, con todo tipo de penetraciones, algunas a la vez, y sin uso de preservativo» dijo el ministerio público.
«Tanta degeneración moral asusta y avergüenza. No es fácil digerir que ninguno de los amigotes tuviera un arrebato de lucidez para rectificar. Pocos sucesos ejemplifican mejor la degradación y la bajeza de la que es capaz el ser humano que la presunta violación grupal sufrida por una joven de 18 años en los Sanfermines de 2016. El caso ha sido uno de los de mayor impacto en nuestro país en los últimos años, porque nos sitúa ante unos hechos repugnantes que tienen como agravante una monstruosa excepcionalidad. Si en sí misma una violación es uno de los traumas más duros que puede padecer alguien, con secuelas físicas y psicológicas que no se disipan nunca, faltan calificativos para definir el ataque colectivo protagonizado por cinco salvajes conocidos como La Manada a la vez», han editorializado estos días los periódicos y yo comparto el análisis.
Nada más producirse los hechos hablé con el abogado de uno de los imputados -con quien coincidí casualmente en un programa de televisión- y se lamentaba del daño que los periodistas le estábamos causando a su defendido, que había tenido «relaciones consentidas» con la chica y me instó a que investigará la conducta de la víctima. Se me revolvió el estómago y le repliqué que debía ser muy complicado un trabajo consistente en defender lo indefendible con argumentos que apestaban a machismo rancio y barato además de constituir ¡claro está! gravísimos delitos. Hemos visto durante el juicio algunos de los mensajes de WhatsApp que enviaron estos malnacidos al grupo de sus amigos para relatarles lo que habían hecho. «Follándonos a una entre los cinco. Todo lo que cuente es poco. Puta pasada de viaje», decía textualmente por no hablar de las grabaciones de vídeo que, según los abogados de la víctima, eran durísimas y difícilmente soportables.
Desgraciadamente, como alguna vez he comentado en esta columna, la violación en grupo no es algo excepcional y, de hecho, cada día sabemos de nuevos casos en distintos países como si se tratara de una diabólica moda. No hace mucho conmocionó a todos el caso de una niña de 17 años, víctima de una violación múltiple en Brasil, que fue grabada en vídeo y colgada en las redes, donde el delito hizo viral.La joven de 17 años, que fue agredida por más de 30 hombres afirmó que no le dolía el útero, si no el alma «porque existan personas tan crueles que son impunes».
El delito se descubrió cuando uno de los sospechosos publicó en Twitter un vídeo de la chica desnuda y semiinconsciente, rodeada de varios hombres que la insultaban a cara descubierta mientras uno de esos salvajes relataba que ya la habían violando más de 30. Estos cobardes no sólo violan y abusan sino que además necesitan que otros, tan cobardes y miserables como ellos vean el acto y así poder exhibir su trofeo. La cosa es de tal gravedad que se ha elaborado el concepto de «cultura de la violación» para definir un fenómeno vergonzante en una sociedad avanzada. Ahí están los sucesos de nochevieja en Colonia o aquel caso también en Brasil de una joven turista estadounidense que fue secuestrada junto a su novio y violada durante horas por tres hombres, delante de su chico esposado. Fue una noche de terror en que los atracadores abusaron al menos ocho veces de la joven. «Ellos se reían con sarcasmo todo el tiempo, principalmente cuando hacían sexo y la pegaban», relató horrorizado el novio a la Policía.
Como todas las personas decentes espero que se haga justicia con la Manada salvaje y que sobre estos cobardes despreciables caiga todo el peso de la ley, y no me quiero poner en la piel de sus abogados defensores. Uno de ellos ayer mismo se lamentaba de que se ha hecho un juicio paralelo «en calles, mercados, medios de comunicación incluso parlamentos y centros de poder. Como un río fue incrementando su caudal y en él se fueron volcando aguas turbias», dijo en su alegato final y además arremetió contra el juez instructor, del que dijo que retrasó dos meses la declaración de los acusados. «Para entonces, ya se había destripado el móvil de nuestros patrocinados y filtrado interesadamente su contenido, situándolos en el escalafón de los criminales más peligrosos de nuestro país». Había comenzado la caza de La Manada», señaló. No señor letrado se equivoca. Son sus defendidos, quienes representan las aguas fecales, lo peor de un ser humano y sí, son criminales y son peligrosos. A mí me dan asco y una repugnancia indescriptible solo con palabras. ¡Quien la hace que la pague!. Ah y que a la víctima se la siga protegiendo ahora y también cuando se apaguen los focos y se diluya el eco mediático. ¡Basta ya!.