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OPINIÓN | Julia Navarro

Un político de primera

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Inteligente, culto, irónico, trabajador infatigable, honrado a carta cabal, ha sido era Manuel Marín.

Su biografía es la de un hombre que lo fue todo en política a la que dedico toda su vida, su energía, lo mejor de él.

Le conocí en los albores de la Transición, cuando formaba parte de aquel PSOE renovado bajo la batuta de Felipe González y Alfonso Guerra.

Y hoy siento tanta tristeza como rabia. Tristeza y rabia porque la muerte de las personas que quieres y a las que admiras produce desolación y sobre todo porque creo que la política española pierde a una de sus mejores «cabezas», a uno de los políticos más sólidos e íntegros que España ha tenido en los últimos cuarenta años.

Además de diputados, su vocación europeísta fue una constante en su quehacer político, por eso Felipe González le encargó dirigir las negociaciones para la adhesión de España a la Comunidad Económica Europea. Amen de Comisario de la Unión llego a ser su vicepresidente.

Su último cometido político fue la presidencia del Congreso de los Diputados, cargo que desempeñó con el rigor, ironía, mano izquierda e inteligencia que le eran comunes.

Se retiró de la política porque ya no se encontraba en ella. Y se fue sin hacer ruido, sin decir una palabra más alta que otra, sin hacer públicos sus desengaños ni discrepancias.

Y ahora cuando la Constitución cumple 39 años, se ha ido con la discreción que era una de sus señas de identidad.

Su nombre está ya escrito en las mejores páginas de la Historia reciente de nuestro país, como diputado constituyente, como negociador con Europa, como vicepresidente de la UE, y presidente del Congreso de los Diputados, amen de otras muchas tareas discretas que llevó a cabo.

Hoy es difícil encontrar políticos como Manuel Marín. Por eso le vamos a extrañar aún más.

Descanse en paz y que la tierra le sea leve.

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