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OPINIÓN | Lucas Ramón Torres, sacerdote

6º domingo T.O. (Mc.1,30-45)

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El Salmo responsorial de este domingo nos dice que el Señor sana los corazones destrozados y que venda las heridas. En el Evangelio se nos narra como Jesús curó a muchos enfermos de diversos males. Después salió a predicar a las aldeas cercanas. Y sucedió que un enfermo de lepra se acercó a Jesús y le dijo de rodillas: «Si quieres puedes limpiarme». Compadecido el Señor, extendió la mano, le tocó y le dijo: «Quiero, queda limpio, y al momento desapareció la lepra, y quedó limpio». Este pasaje nos muestra que la oración llena de fe y confianza, de un hombre que necesita la ayuda de Dios y la pide con la seguridad de que si quiere, tiene poder el Señor para librarlo del mal que padece. Nosotros, si vivimos unidos a Cristo por la oración humilde y confiada como la del leproso y ponemos en práctica una vida de fe y amor nos veremos libres de caer en pecado, especialmente, a través de la renovación del sacrificio del calvario en la Santa Misa.

Hoy celebramos dos Jornadas importantes: la Jornada del Enfermo y la colecta a favor de Manos Unidas.

Cuando era capellán del Hospital visitando a los enfermos, algunos me decían: «gracias por su visita». Yo pensaba, debería ser yo el que diera las gracias para poder visitarlos. Es cierto que nadie querría estar enfermo, pero no es menos cierto que un día u otro, todos enfermamos. Por eso acudimos al médico, para, si es posible, recuperar la salud. Todos pedimos salud espiritual y física para nosotros y para los demás. Lo que sucede es que pensamos que al padecer alguna dolencia participamos de la Pasión de Cristo. En la persona del enfermo hemos de ver al mismo Jesucristo. El Juez supremo de todos los hombres, nos dirá, estuve enfermo y me visitasteis.

Hoy, en esta Jornada de Manos Unidas es muy interesante reconocer que nosotros tenemos los alimentos que necesitamos aquí en Ibiza. Pero hay millones de seres humanos como nosotros, que carecen de lo necesario para subsistir, personas que pasan hambre, personas que mueren de hambre. Esto es muy triste. Es horroroso. En este mundo los ricos cada vez son más ricos, y los pobres cada vez más pobres. El hecho de que haya hambre en muchas partes del plantes es el resumen de todas las injusticias. Nosotros, ¿qué podemos hacer? Podemos colaborar, según nuestras posibilidades para mitigar el hambre y lograr que mengüe esta terrible injusticia. Si así lo hacemos recordemos lo que nos dirá un día Nuestro Señor Jesucristo. «Tuve hambre y me distéis de comer». Seamos generosos en la colecta a favor de Manos Unidas.

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