Bilingüismo es el uso de dos lenguas que se enseñan en las escuelas públicas de un país. En las distintas naciones europeas se hablan varias lenguas y numerosos dialectos. Las puede estudiar cualquier ciudadano, no están prohibidas, pero como en Francia, el idioma oficial es exclusivamente el francés. Hace unas semanas, el presidente Emmanuel Macron viajó a Córcega para recordárselo a los separatistas a la cara. Textualmente:
«Le bilinguisme, ce n'est pas la co-officialité. C'est la reconnaissance d'une particularité dans la République. Mais il y a une langue officielle, sédiment de notre Nation : la langue française».
Si en España se hubiera optado por esta prístina opción nos habríamos ahorrado miles de millones de despilfarro, planes Ibarreche, la oscura saga de los Pujol y la traca final con Puigdemont y sus cómplices. Y aún estamos a tiempo de aspirar a conseguirlo. Plurilingüismo no significa que tengan que ser oficiales las lenguas regionales. Esto, mientras se encuentra un sistema para liquidar el sistema de las autonomías. España no puede sostener un Estado de Bienestar y al mismo tiempo un Estado de las Autonomías que multiplica por veinte o más todos los gastos, gestiones y legislaciones. O acabamos con las autonomías o España entrará en barrena para acabar en un pozo en la lista de los estados fallidos. No estamos hablando de izquierdas ni derechas: son puras matemáticas.
En España hemos deificado las lenguas regionales, que apenas sirven para entorpecer la economía y envenenar a la sociedad en su conjunto, al tiempo que han revitalizado los caciquismos locales que tantos dolores de cabeza -y guerras civiles- ocasionaron en pleno siglo XIX. Y no solo son oficiales sino que se han atrevido a perseguir el español.
@MarianoPlanells