El dios Bes se coló en el panteón egipcio, procedente de la mitología africana, posiblemente de los pigmeos. Tuvo influencia en la cultura fenicia y los cartagineses bautizaron Ibiza en su honor. Y aquí sigue, casi tres milenios después, alentando la risa, la danza y el sexo alegre como modus vivendi, protegiendo el sueño de los niños y ayudando a las al.lotas a encontrar amante y seguir mandando en esta isla bendita.
¿Sabrán de Bes los refugiados del Aquarius que están navegando las aguas baleáricas? En su cocktail religioso se mezcla la antiquísima religión yoruba, con su politeísmo panteísta; y las más modernas del monoteísmo bíblico, que a su vez pudo ser influenciado por la revolución de ese faraón que podía mirar al Sol sin deslumbrarse, Akenatón.
El pasaje del Aquarius escapa del corazón de las tinieblas africano y sueña con Eldorado europeo, hipnotizado por su publicidad consumista. Su tierra ha sido esquilmada y su población esclavizada desde hace siglos por el colonialismo blanco, que a veces a cambio daba hospitales, escuelas y un ordenamiento jurídico. Con la independencia y el delirante trazado de fronteras, que en nada respetaban a las nómadas tribus, nuevos países cayeron en poder de dictadores, presidentes elegidos en elecciones de broma, fanáticos y continuas guerras civiles. Las multinacionales, naturalmente, siguen esquilmando los ricos recursos de sus tierras a cambio de una mordida al sátrapa de turno.
Tras el desastre geopolítico del derrocamiento de Gadafi (Libia era la verdadera frontera para los subsaharianos) Europa se ve inundada por millones de desesperados. La solución –¡largo me lo fiáis!—sería ayudar mejor a Africa para que sus gentes no se vean obligadas a huir, pero los inhumanos burrócratas piensan, interesadamente, que no tiene remedio.
Tal vez con el Aquarius una nueva época comience.