Eso de la erótica del poder es un cuento inventado por el horroroso Henry Kissinger para justificar la cantidad de putos y putas, cobistas, corruptos, asesores a dedo, comitivas de sátrapa autonómico, etcétera, que se acercan como luciérnagas a la lámpara del que manda.
Algunos se atreven a comparar las narcisistas fotos de Pedro Sánchez con Kennedy. Pero aparte de las gafas de sol hay pocas similitudes del íbero con el católico yanqui. En su avión presidencial –off the record, naturalmente— ,JFK se tomaba un bourbon on the rocks y daba gozosas caladas un H. Upmann mientras una escondida Marilyn le subía la presión aún más que el despegue vertical.
Del credo y vicios de Sánchez no tenemos mucha idea, pues pregona el nuevo puritanismo de esta época virtual y aséptica. Pero ese anticlímax de anunciar una subida de impuestos (hay otros caminos: si quiere ser erótico, que use la imaginación) para ser un estado de bienestar de primera, mosquea a una mayoría a diestra y siniestra que no está mamando de la teta pública en el mafioso chiringuito de los partidos políticos.
Hombre, nuevo presidente (“aquí tenemos al chico nuevo”, le presentó con cachondo despotismo Juncker), que lo mejor sería anunciar una gestión más eficiente, quitar absurdas duplicaciones, combatir de verdad la corrupción y el despilfarro público, invertir mejor lo que se ingresa, que es mucho, y permitir que el pueblo, que ya está bastante esquilmado, tenga la posibilidad de gastar lo que gana con su esfuerzo como quiera, que eso también sostiene una nación, especialmente España, que ama el ocio y es cum laude internacional en arte de vivir.
Antes que seguir las consignas totalitaristas de los que pretenden reeducarnos, atrévase con soluciones felizmente eróticas.