El peso internacional de España va menguando. Somos un país que pinta poco o nada salvo en la expansión de la lengua española, que eso sí va como un cohete. Recientemente, Australia decidió encargar la construcción de varias fragatas a los ingleses y relegó a los astilleros españoles que sobre el papel eran los mejores.
Hace unos días, Francia y Alemania han decidido apartar a España del diseño del futuro avión de combate «europeo», aunque es probable que más tarde nos caigan unas migajas, pero de momento alemanes y franceses no cuentan con España. A lo anterior se une el ninguneo que ha sufrido Sánchez de la mano de Trump pese a buscar la foto.
Trump le ha dicho solo una cosa, que ponga más dinero para mantener la OTAN y en ello está el antimilitarista (supuestamente) Sánchez. Los tiempos en los que España pintaba algo en el mundo, me refiero a las épocas de González y Aznar, parece que han pasado a mejor vida y en eso tiene mucho que ver la situación interna del país con un gobierno que aplica el 155 y otro sucesorio que al día siguiente lo desaplica y con los tribunales alemanes, belgas y suizos viendo cómo el Gobierno de España, el de antes y el de ahora, carecen del más mínimo sentido de Estado por puro electoralismo, y no se aclara y ni siquiera es capaz de apoyar al juez Llarena, que está más solo que la una.
Un país que no tiene proyecto de futuro, que rebosa de taras y de postverdades, es un país que muestra demasiada debilidad no sólo en su evidente descomposición interior sino también en su imagen exterior y eso se nota y lo saben Inglaterra, Francia, Alemania, Rusia y hasta Marruecos como veremos en la próxima renegociación del acuerdo de pesca ahora caducado.