Hace aproximadamente un año este periódico que tiene en sus manos decidió no publicar más anuncios sexuales. Se retiraron los que ya estaban contratados, aunque ello pudiese suponer una rebaja de ingresos. Ningún anuncio de prostitución tenía cabida en estas páginas. Fue una decisión valiente, aplaudida, que tuvo un gran seguimiento y que provocó que hasta otros medios de comunicación se hicieran eco. No éramos los primeros, seguramente, pero parecía que la decisión editorial permitiría avanzar en el debate sobre si deben o no subvencionarse con publicidad institucional aquellos medios que publicitan contactos sexuales. El número de tuits y retuits de aquellos días hacía prever que la izquierda, que hoy gobierna, se pondría manos a la obra con el asunto, que se tomaba conciencia del problema y que no quería ser cómplice de la actividad sexual. Pero no. Ahora se está pactando una propuesta en el Parlament en la que se insta al Govern a no emitir publicidad, ni otras prestaciones, que afectaría a los medios digitales e impresos que difundan anuncios de prostitución. Una propuesta tibia porque ya sabemos cómo acaban las propuestas en la que «se insta al Govern». En una papelera. Aunque tampoco está claro que se apruebe. Ya se inventarán alguna excusa, que en eso sí son auténticos fenómenos.
Ante esta falta de valentía manifiesta de los que predican y no hacen cuando pueden solo nos queda seguir soportando las lecciones casi diarias sobre la lacra de la prostitución. Mientras en unas páginas se sigan defendiendo los derechos de la mujer y en otras se difundan anuncios de prostitución no parece que sea un ejercicio de coherencia. Más bien es hipocresía. Y ahora los políticos también son cómplices de esta anomalía. Ellos pueden dar el paso definitivo, pero les falta valentía. Y no me sorprende lo más mínimo.