Joan Riera, propietario de Ca n´Alfredo, es un batallador. Ha resistido a modas infames, especuladores con prisas que jamás disfrutaron de una gozosa sobremesa, cantos de sirena fusionista, franquicias de una globalización culinaria asesina del sentido del gusto y el sabor de los frutos autóctonos de temporada… para mantener un oasis de la excelente cocina tradicional ibicenca en pleno corazón de Vila.
Los que le acusan de no ser original no tienen ni idea: Ser original es precisamente volver al origen. Algo que se celebra especialmente en medio de la irrupción, en esta nueva ola turística que a menudo confunde el lujo con la horterada, de tantos nuevos garitos con su abominable gusto estándar: una internacional culinaria de espeso gusto industrial que metamorfosea casas, bares y restaurantes de toda la vida.
El último cierre anunciado, el de la centenaria Casa Alfonso, en San Antonio, es una tragedia para los sibaritas que aprecian lo bueno con un trato personal.
Leo la sabrosa entrevista de Manu Gon y me entero que sale un libro con la historia de Ca n´Alfredo. Se lo merece. Ahí sigue Joan al pie del cañón, a veces cascarrabias pero siempre positivo, coñón y diplomático, porque la buena mesa es elixir de juventud, felicidad y tolerancia.
En las mesas de Ca n´Alfredo se ha reunido gente variopinta en comunión gastrónoma, fomentando la buena conversación, algo que acerca posturas y aleja fanáticos.
Te sirven la copa como Dios manda, trayendo la botella y sin aberrantes medidores; el trato es cordial y sencillo, con la sabiduría antigua de un poso de civilización que solo las bestias olvidan; y su cocina rescata el buen hacer las cocineras ibicencas, amigas de los platos fastuosos, brujas blancas y luminosas tan alabadas por Néstor Luján. Seguro que el libro sale sabroso.