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Opinión/Jesús García Marín

El colchón escatológico

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Hace unos días fui a una conferencia de Gabriel Albiac y del padre Santiago Cantera, prior de la abadía benedictina de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, a quien tengo la suerte de conocer. Es una persona siempre amable y fino medievalista autor de números libros y estudios eruditos. Del padre Cantera se están contando muchas mentiras, especialmente las están contando el periódico de quien fue jefe de los servicios informativos de Arias Navarro. En esa conferencia, tanto Albiac como el padre Cantera, dijeron cosas que tenemos que empezar a abordar de verdad si no queremos que el futuro sea culturalmente deleznable, huero y postorweliano en el sentido de vivir en un entorno en el que la gente no sabe absolutamente nada y se alimenta con telebasura y el Chester. Albiac dijo que vamos hacia un mundo analfabeto (o sea a un apagón cerebral que es ya casi completo) y el padre Cantera dijo que hay que volver a darle importancia a las Humanidades, porque de otra forma nos acercamos al abismo, como así está sucediendo y como vemos a diario en los atisbos de nuestros politicastros. Por ejemplo en Sánchez, todo un presidente de sí mismo, nos cuenta en su sesudo libro —que deja en agua de borrajas las memorias de Churchill— que su primera medida como líder de España fue cambiar el colchón porque en el mismo había dormido quien es ahora registrador de la propiedad y eso no le causaba buen feeling. No es que el colchón estuviera lleno de heces y orines secos de Rajoy y señora, sino que aunque estaba nuevo y sin ningún muelle roto le daba al Sánchez grima soñar su megalomanía en él. Y el colchón lo cambió. Y se iluminó y empezó a cambiarnos a golpe de decreto ley el mundo: ¿se acuerdan de Calígula?

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