Mientras tomaba una copa en el Tiburón de San Antonio, brindando por la pronta resurrección de Notre Dame (la dama que rige el Eterno Femenino es la verdadera guía de Europa desde la época de los galantes trovadores), escuché a un marinero de la Ruta de la Sal protestar que, en Semana Santa, siempre hace mal tiempo porque la curia ibicenca reza para que llueva y así haya más fieles en las iglesias que nudistas en las playas.
¿Quién sabe? El Viernes Santo hice una visita de monumentos en Santa Inés y San Mateo, y ambos templos estaban a rebosar de católicos y paganos estetas que se refugiaban del temporal para rezar y admirar las flores y el silencio que acompañan la pasión cristiana. Era un bálsamo para el espíritu que solo niegan los plomos ateos obsesionados con la nada. Luego algunos íbamos a tomar un palo con ginebra o un vaso de vino al Cosmi o can Cires, para seguir ad hoc con el tiempo cíclico que todavía rige a los humanos antes que los nanotecnólogos nos transformen en robots.
Pero ¡cómo está el Portus Magnus con los veleros y marineros que se han refugiado tras esta dura edición de la Ruta de la Sal! Esto sí que anima muy por encima de los cruceros y barcos de pasajeros que se quedan unas horas y luego se marchan. Portmany es por naturaleza un puerto deportivo, y eso es lo que hay que fomentar porque atrae a personajes pintorescos y navegantes hedonistas durante todo el año, no solo durante un desembarco estruendoso y efímero.
¡Feliz Pascua!