En 1979 viajé a Bulgaria como delegado de EFE. Tres catalanes cortaban el bacalao en la embajada de España: el embajador Josep Trías de Bes, el secretario Delfí Colomer y el canciller Josep Navarra, el único superviviente con quien me une una estrecha amistad. Se hablaba el idioma del Consolat de Mar, además del búlgaro y de la lengua del imperio castellano. Bulgaria, un lugar perdido tras el telón de acero, tenía fama de comunista duro porque mantenía buena sintonía con el Kremlin.
Sin embargo, cuando entré en su amplio despacho, el vicepresidente del Gobierno, Christo Christov, me gritó a modo de saludo desde su mesa situada al fondo: «¡Yo no soy comunista!» Cierto. Su partido, Unión Agraria, gobernaba en coalición con los comunistas. La producción y la distribución de los productos agrarios funcionaba perfectamente fuera de Bulgaria, pero no en el interior gestionado por los comunistas, que dejaban pudrir las cosechas en almacenes de Sofia. En Viena comíamos verdura fresca de Bulgaria y la perfumería francesa recibía toneladas de rosas búlgaras. El secreto: las cooperativas.
Aleksander Stambolinsky, primer ministro de Bulgaria (1919-1923), creó el movimiento cooperativista, que llegó hasta Sa Pobla. La Cooperativa Agrícola Poblense fue declarada modelo bajo Franco. El clan de catalanes conectó bien con los búlgaros. Delfí Colomer, Pep Navarra y su esposa Llibertat aprendieron búlgaro. Y tanto Delfí como yo publicamos artículos en la revista Bulgaria Hoy. Entrevisté a Lyudmila Jivkova, la hija del presidente, fundadora de la cooperativa de artistas. Las obras se vendían a través de las embajadas cobrando en divisas. Los beneficios se distribuían equitativamente entre los cooperativistas, que vivían de fábula. Me sentí identificado con aquel pueblo de campesinos y de artistas, parecido al mallorquín.
Trías de Bes fue sustituido en 1981 por un tal José Luis de la Peña Aznar, que me hizo pasar vergüenza ajena cuando las funcionarias búlgaras me explicaron que se había pasado dos días decorando con calcomanías el excusado de la embajada. Insigne artista.
El nuevo secretario, Luis Fernando de Segovia, economista, me pronosticó con fórmulas matemáticas la caída del comunismo. Al cabo de ocho años, acertó.