Una de las noticias de la semana sin duda ha sido la actuación policial para desmontar una fiesta ilegal en una área protegida muy cerca de Platges de Comte y el desalojo de todos los participantes en la misma. La operación se complicó debido a las reticencias de los organizadores de la fiesta y los asistentes a la misma, a cumplir con los requerimientos de las fuerzas del orden público. El resultado final fue de 73 detenidos por resistencia a la autoridad, entre los que se encontraban los organizadores del evento y varios de los participantes.
A partir de aquí, hemos podido leer declaraciones de todo tipo, unas a favor de este tipo de fiestas y otras claramente en contra. Entre los primeros, hay quien alega una supuesta espiritualidad cósmica relacionada con la música y el baile; otros se postulan como movimiento de lucha contra la que denominan mafia de las discotecas; y alguno abandera el derecho de todo el mundo a divertirse sin más.
Ante todos estos argumentos cabe preguntarse: ¿donde queda esa espiritualidad, cuando la decisión de los asistentes a esa fiesta es enfrentarse violentamente a las fuerzas policiales que les estaban instando al desalojo? No parece que la música y el baile les estuviera provocando mucha relajación.
Y qué decir de los que alegan el derecho a divertirse, parece ser que a cualquier precio y en cualquier sitio. Parece que quien esgrime este argumento, olvida la circunstancia que el destrozo que la fiesta estaba provocando, se hacía en una zona territorial protegida. Un territorio sensible que hay que preservar para el presente y el futuro y en el que cualquier actividad requiere de los correspondientes permisos.
Nuestro territorio y nuestro paisaje es nuestro tesoro, es lo que aporta el principal valor a nuestras islas y si se destruye en aras de la diversión durante dos días, en un acto montado sin ningún tipo de autorización, se acabará destruyendo ese tesoro tan preciado. Por lo tanto, cuando esa diversión acaba perjudicando a la mayoría, deja de ser un argumento mínimamente valido.
Dicho todo ello y felicitando ante todo a las fuerzas de las policías locales y la Guardia Civil, que intervinieron en el operativo montado el domingo por la mañana; cabe señalar que lo deseable sin ninguna duda, sería que esa intervención se produjera cuando se esta montando el evento y no cuando ya lleva más de un día en marcha y sin parar.
Hay que reclamar de la Administración mayor celo y efectividad en la exigencia del cumplimiento de la normativa vigente, a la hora de evitar ilegalidades como esta. Es imposible que el montaje de una macrofiesta ilegal no se detecte a tiempo, sobre todo cuando hay denuncias de extraña actividad en una zona determinada. No es creíble que una caravana de camiones, furgonetas y vehículos varios que se dirigía a las cercanías de la Torre d'en Rovira para el montaje de la infraestructura necesaria para la celebración de esa fiesta, pueda pasar desapercibida.
Parece ser que cuando se estaba montando todo, la Policía se personó en el lugar y pudo observar todo el movimiento que estaba produciendo en el mismo, conminando a los presentes a marcharse. Está claro que se debería haber seguido vigilando ese punto, hasta la comprobación del desalojo de ese campamento que se estaba montando, ya que parece claro que no se cumplió la exigencia de la Policía. Impedir a toda costa el inició de esa fiesta hubiera sido lo correcto; el domingo fue más complicado por estar todo montado y en marcha.
Cabe esperar contundencia a la hora de exigir el cumplimiento de la normativa vigente.