Una maravilla la detención por parte de la Policía Nacional de un grupo de delincuentes no españoles especializados en robar por la técnica del impresioning, que consiste en obtener una llave maestra introduciendo una lámina. Lógicamente el lujo de Ibiza atrae a los cacos profesionales y a las bandas internacionales, que suelen ser más sofisticadas que esos que pillan una muñeca como poseídos y arrancan el Rolex al turista distraído.
Lo cierto es que este verano el choriceo de alta y baja intensidad se está desmadrando. Está claro que en todo ese tema ni Armengol ni el Consell de Eivissa pintan nada, pero sí pueden influir para que la presencia de los cuerpos de seguridad del Estado sea más activa o con más medios y para que el tema de la delincuencia quede controlado y no se apodere poco a poco de nuestra Isla, como está ocurriendo en Barcelona y en la Gran Vía de Madrid así como en la Puerta del Sol, en algunos bares de esa zona ya se lee lo de «cuidado con el carterista».
Está claro que Sánchez y los partidos políticos tienen que plantear de una vez una revisión del Código Penal que disuada con más contundencia a los amigos de lo ajeno. ¿Cómo le explicamos a su propietario, como acaba de suceder en Ibiza, que la tolerancia permite que asalten su casa cuatro veces en pocos días? ¿Para qué paga entonces impuestos y vive en un Estado de Derecho? Luego está el impresioning de baja intensidad, me refiero a esas no españolas que van detrás de los turistas robando la cartera o lo que pueden del bolso o de la mochilita, la policía las pilla pero no puede detenerlas, ni siquiera expulsarlas que sería lo lógico, las deja para que sigan con su faena que es ardua y productiva; bueno, y los okupas, cuyo impresioning consiste en dar patada en la puerta porque lo tuyo es mío y me lo quedo yo.