En nuestra escena política han ido surgiendo temas de suma importancia, como la recesión económica, la crisis que ha provocado el separatismo catalán o los casos de corrupción en el Partido Popular y el PSOE, los que han sido los grandes partidos en España durante las últimas cuatro décadas. Los últimos, con nombres que ya son de sobra conocidos como los ERE de Andalucía, las tramas Gürtel y Púnica, las tarjetas ‘black' o lo que se ha llevado al bolsillo una familia que ha sido socia histórica de PP y PSOE, no han hecho más que contribuir al desgate del sistema. Desde el bipartidismo callan y el ciudadano asiste perplejo ante una tolerancia sin límite ante la corrupción, que ha acabado desgastando de manera devastadora a nuestra Democracia.
Precisamente, una de las cuestiones más importantes que se plantean en Democracia es el bipartidismo, es decir, la conveniencia o no de una estructura política bipolar. El pueblo necesita una definición de metas nacionales, programas de gobierno claros y opciones políticas diáfanas. Entre éstas figura el liberalismo. Y no solo como un talante, una filosofía de la vida o un método de análisis, sino como una fuerza política concreta. Es por ello que es de vital importancia para España la existencia de un partido transversal liberal, que sea inequívocamente nacional, moderno y con capacidad para sacar a un país del siglo XXI adelante.
¿Cuál es el grado de contención, desviación y despilfarro del dinero público, tan necesario para cubrir las expectativas y las necesidades de todos los ciudadanos en materias básicas como educación, sanidad o asistencia social? ¿Es posible evitarlo?
No tengo dudas de que sí. Las reglas se conocen y existen y, aunque el PP y el PSOE anden disimulando, no parece que ni a uno ni a otro le interese seguirlas. De hecho, da la sensación de que existe un pacto de silencio cuando se alternan el Gobierno.
Magistrados-Jueces de lo contencioso-administrativo insisten en que la corrupción nunca duerme. Sigue habiendo ‘más ruido que nueces, excepto en nuestra Comunidad Autónoma, dónde es evidente que en los últimos tiempos ha habido un gran estallido de corrupción.Que no les engañen: existen reglas básicas y suficientes para la prevención de la corrupción en las instituciones públicas, que van desde la aplicación del bisturí en la creación de sociedades y consorcios públicos al robustecimiento de la intervención pública previa a la ejecución del gasto; la imparcialidad de los secretarios de los cuerpos locales; evitar que el personal eventual dirija departamentos administrativos más allá del simple asesoramiento político; la utilización de las leyes de armonización en materias de difícil consenso; la inmediata ejecutividad de las sentencias anulatorias; la aplicación de inhabilitaciones para cargos públicos y hasta la independencia absoluta del Tribunal de Cuentas, del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y Tribunal Supremo (TS) frente al mercadeo político.
Si existe esta normativa, y teniendo en cuenta que el virus de la corrupción ya ha afectado al bipartidismo español, ¿por qué no se esfuerzan en velar por su aplicación? ¿A qué juegan nuestros dirigentes?¿Están realmente interesados en eliminar la corrupción de sus partidos?
Durante estos largos años de alternancia de azules y rojos en el poder, le hemos visto la cara oculta a nuestros dirigentes del PP y del PSOE y no son de fiar ninguno. El bipartidismo nos lleva a un único final: a la quiebra absoluta de nuestra Democracia. Y es realmente desalentador para los ciudadanos.
Está claro que, en estos momentos convulsos, se necesitan políticos que compartan inquietudes por el trabajo en la esfera pública, sin estridencias, con el ánimo de hacer bien las cosas, sin sentir la necesidad de ponerse medallas ni lucrarse. Necesitamos personas políticas, que sean interlocutores de cualquier ciudadano; personas honestas que tengan facilidad para llegar a las personas y con empatía sobre sus necesidades; personas profesionales en las que se pueda confiar lo que es de todos.Kandisskyseñalaba que el color es un medio para influir directamente en el alma. El color naranjade Ciudadanos es entusiasmo, optimismo, ilusión y fuerza para empujar a la transformación. El liberalismo es el arte del cambio y el impulso necesario para la transformación de nuestro sistema.