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Opinión/Jesús García Marín

Rivera

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A Albert Rivera lo conozco personalmente porque una vez estuve charlando con él en la puerta del Congreso, le comenté que en la política española sobraba filosofía barata y faltaba capacidad de gestión, es decir laboriosidad, inteligencia y voluntad para modernizar el país. Quiero decir que no se puede ser un político a lo Pablo Iglesias porque eso lo puede ser cualquiera, hasta Evo Morales. Iglesias (y señora) arreglan la ortografía, el genérico, la historia, la vivienda, los desahucios, el sueldo mínimo, la factura de la luz y lo que te rondaré morena; eso sí, jamás informan de dónde van a sacar el dinero o las partidas para acabar de hundir lo poco que nos queda de país; o sí informan: lo sacan de una legión de ricos etéreos cuya riqueza el de la mansión de Galapagar va a ser capaz supongo que de confiscar y redistribuir. Como si los muy ricos no tuvieran fondos y paraísos fiscales, si saca Iglesias dinero para hacer sus antipolíticas, lo hará de la clase media-baja que acabará fundida. Nada peor que la demagogia y arreglar el mundo pero de boquilla; precisamente por eso siento que un político de fuste y bienintencionado, buena persona,y valiente como Albert Rivera haya decidido largarse de la política y dejar el campo abonado para una serie de políticos con pocos principios y muchos finales. Teníamos por lo menos un político potable, con sus virtudes y defectos, y se larga. Es verdad que en los últimos meses se ha liado mucho con su mensaje y ha permitido que Casado y Abascal le coman el terreno, pero eso no quita que necesitaríamos muchos Riveras en la política española y no esa caterva de escracheros con pantalones rotos que vemos en el escaño del Congreso, eso cuando no son tuiteros o influencers como algunos que están en nuestro Parlament. Echaremos de menos a Rivera, el nivel no puede ser ya más bajo.

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