Espejismo no es más que una realidad engañosa. Es cuando acabamos viendo aquello que en realidad no existe y, simplemente eso, un espejismo, es el supuesto acuerdo alcanzado en Madrid entre el gobierno de esa comunidad y el gobierno estatal. Y es así, fundamentalmente por el afán de protagonismo partidista de dos de los socios de gobierno en esa comunidad autónoma. Mientras el vicepresidente (Cs) anuncia a bombo y platillo haber llegado a un acuerdo con el Estado, su presidenta (PP) horas después lanza un comunicado negando tal acuerdo y haciendo que en cualquier caso, saltara por los aires.
Tal circunstancia, no debería tener más relevancia que una disputa de egos en el seno de un gobierno de pacto, de no ser por que lo que pretende la presidenta Díaz Ayuso, no es más que seguir manteniendo ese papel de ariete del PP contra el gobierno de Sánchez, que tanto le gusta desempeñar. El pasado 30 de septiembre en el seno del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud se aprobó por mayoría el acuerdo por el que se fijaban los criterios para aprobar medidas de confinamiento que afectaran a municipios de más de 100.000 habitantes. Este acuerdo salió adelante con los votos en contra de Madrid, Galicia, Andalucía y Ceuta, todas ellas gobernadas por el PP, a las que se sumo Cataluña, mientras que Murcia se abstuvo.
Todo el embrollo empezó con la tan reclamada reunión entre Sánchez y Díaz Ayuso, en la que supuestamente se había llegado a un acuerdo que permitiera luchar de forma coordinada contra la pandemia de covid-19. La foto de la rueda de prensa posterior a la reunión, en la que ambos se veían sonrientes y complacidos por el resultado de la misma, fue portada en todos los medios de comunicación nacionales; pero la validez de la misma, duro lo mismo que un suspiro, ya que poco después Díaz Ayuso manifestaba su intención de no cumplir con el acuerdo alcanzado en el Consejo Interterritorial.
Pero lo peor de todo, es que si bien ya nos vamos acostumbrando a los delirios de la presidenta de la comunidad de Madrid; Pablo Casado y el resto de la cúpula dirigente del Partido Popular, le han dado todo su apoyo político y mediático. El PP no se conformó con el triste papel que jugó en el último pleno del Congreso de Diputados, en el que su principal interés giraba en torno a la Casa Real, dejando aparcado el gravísimo problema que afecta a la mayoría de nuestra sociedad y por la que se supone que debe velar sino que ahora decide nuevamente dar soporte a los argumentos economicistas de la presidenta madrileña, aparcando lo realmente importante en estos momentos, como es preservar la salud pública.
No cabe duda que la labor de la oposición es la de controlar la gestión del Gobierno, pero ello debe hacerse siempre buscando el interés general de la sociedad española. Cuando se pretende utilizar la grave situación por la que esta pasando Madrid debido a la pandemia, como arma de destrucción masiva contra el rival político, solo se demuestra cual es la catadura moral de este tipo de dirigentes políticos y el total desprecio que sienten por los problemas reales que esta sufriendo el pueblo.
El único interés que son capaces de transmitir es el que sienten por ellos mismos, por su partido político. A personajes así solo les mueve la posibilidad de sumar algunos votos más, sin importarles lo más mínimo si para ello ponen en riesgo la salud de todo un país. En política no todo debe valer, ni es aceptable lo de que “el fin justifica los medios”, por que hay ocasiones en las que los medios son tan mezquinos y ruines como el fin en sí mismo.
El control que debe ejercer la oposición, no se puede limitar a un triste teatro de insultos en el Congreso, ha de ir mucho más allá de votar sistemáticamente en contra de quien es el rival político. Hay temas y circunstancias que han de permitir salvar el obstáculo que supone ser de derechas o de izquierdas, ser rojo o azul. Una pandemia no conoce de colores políticos y la lucha contra la misma, tampoco debería regirse por ellos. A ver si se reconoce de una vez por todas, que hacer oposición no puede ser nunca el equivalente de obstrucción. Hay momentos, como los que estamos viviendo, en los que hay que aparcar el ‘yo' y priorizar sin el menor reparo, el ‘nosotros'.