Recuerdo que a finales del año pasado, todos estábamos deseando que llegara cuanto antes el nuevo año, para que de esta forma pudiéramos aparcar de una vez por todas el fatídico 2020 que de forma tan dramática estaba marcado nuestras vidas. Teníamos todas las esperanzas puestas en que la llegada de 2021 iba a suponer un drástico cambio en nuestras vidas y ello a pesar de que en el pasado mes de diciembre ya se podía pronosticar que salvar la Navidad iba a tener nefastas consecuencias.
Se lanzo un mensaje demasiado optimista ligado al inicio de la campaña de vacunación. Todas las noticias giraban en torno a las bondades y maravillas que nos esperaban, olvidándonos en muchos casos del espeluznante ritmo de nuevos contagios de la tercera ola de la pandemia.
Llegó el ansiado mes de enero y la realidad nos dio una bofetada en toda la cara; nada era tan distinto al año que acabábamos de dejar atrás y todo seguía prácticamente como siempre. En este primer mes del año las portadas de todos los medios de comunicación no se han podido centrar en buenas noticias en torno a la vacuna ya que han venido siendo dos muy negativas las que han centrado toda la atención.
Para empezar la planificación que había previsto la Unión Europea (UE) se ha visto alterada por diversos problemas relacionados con la capacidad de producción y distribución de las fabricas. Se han producido retrasos en las fechas de entrega y con ello se ha visto mermada la llegada de vacunas a cada uno de los países integrantes. Ligado a este problema de producción y logística, nos encontramos en nuestro país con un total desbarajuste con la primera fase de la campaña de vacunación; el ritmo de la administración de las primeras dosis es muy distinto en cada comunidad autónoma.
En unos casos se ha aplicado un programa más conservador y de lo que se tenia disponible se ha reservado para la segunda dosis para aquellos a los que se les había administrado la primera, mientras que en otros se ha utilizado todo lo disponible para administrar una primera dosis a la mayor cantidad de gente posible. También hay que tener presente, que en muchos casos y a pesar de la necesidad, no se ha invertido lo necesario en la mejora de la atención primaria, sobre la que se ha cargado el peso de la vacunación.
En segundo lugar aquí también ha aparecido la corrupción y van saliendo a la luz a lo largo y ancho de nuestro país, los impresentables y listos de turno que aprovechándose de sus cargos van vacunándose antes que nadie a pesar de que no les corresponda.
Resulta indignante ver la poca contundencia en la reacción ante estos hechos, de los dirigentes de los diferentes partidos políticos a los que pertenecen estos indignos personajillos y; lo mismo da que sean políticos, o que pertenezcan al mundo laboral o empresarial o que sean miembros de la iglesia; todos ellos merecerían un castigo que desgraciadamente la legislación actual no contempla. Todos ellos se van a ir de rositas y ya que las leyes no contemplan penas al nivel de sus tropelías, sí deberían ser apartados inmediatamente de los cargos que ocupan y que han utilizado para beneficiarse personalmente, ello además del merecido escarnio público por su desvergüenza al privar a personas de riesgo de las dosis que se les han administrado a ellos.
No puede haber tibieza de ningún tipo en las declaraciones de los portavoces de los partidos políticos, sean del color que sean. Se deben condenar sin paliativos estos deplorables actos, cosa que no se ha hecho por ejemplo en el primer pleno del Congreso de Diputados. Los portavoces de los principales grupos parlamentarios, se han enrocado de nuevo en debates y enfrentamientos estériles entre gobierno y oposición, perdiendo ambos la oportunidad de recriminar cada uno a los suyos una actitud tan mezquina como esta.
Visto lo visto, está claro que la ley de salud pública tiene numerosas lagunas en cuanto a la posibilidad de castigar convenientemente determinadas actitudes que directamente atentan contra la salud de terceros; tanto si son los que se saltan su turno de vacunación, como si son los empresarios que no respetan las normas sanitarias o aquellos particulares que organizan fiestas privadas; poniendo todos ellos en riesgo la salud de todos. Hay que aprender de lo que sucede y adaptar la ley a la realidad; en estos casos la contundencia es imprescindible.