Ni un mínimo de autocrítica. Podrían decir, como mínimo, que después del ruido que ha provocado la comida privada o de trabajo, según se mire e interese, de hace una semana en Can Botino «quizás», y subrayo la palabra «quizás», hubiesen tenido que organizar el tentempié, ágape o comilona de otra manera. Hubiesen podido decir, por ejemplo, que se tomaron todas las medidas sanitarias reglamentarias pero los mismos políticos que imponen las normas no pueden forzarlas para su propio beneficio.
Porque mucho me temo que si con un grupo de nueve compañeros de trabajo hubiésemos organizado una comida en cualquier restaurante de Ibiza durante estos días y llegasen los policías a levantar un acta por incumplir las normas sanitarias no habríamos tenido tantas oportunidades para justificar si había distancia entre nosotros, si estábamos trabajando, o simplemente es que después de muchas horas necesitamos comer. Porque este es el último argumento que ha utilizado Francina Armengol, en una entrevista en Diario de Mallorca, para justificar el episodio de Can Botino.
La presidenta dice que cuando viaja por motivos de trabajo a Ibiza y Formentera, con jornadas de 12 horas de sol a sol, necesita comer. Me temo que Armengol no ha entendido nada. Nadie prohíbe comer a Armengol e incluso entendemos que nos pase la factura del restaurante. Solo le pedimos que dé ejemplo a los ciudadanos que no vemos a familiares o amigos desde hace meses, y que no intente minimizar un asunto que ha sido noticia nacional, igual que el incidente del Hat Bar.
Entendemos que la maquinaria de propaganda del Govern y sus medios afines intenten tapar el asunto de Can Botino, igual que hicieron con la salida nocturna en Palma amenazando a los policías y perdiendo el acta de inspección, pero no tomen por tontos a los ciudadanos. No es un problema de comer o no comer. Es dar ejemplo.