La irrupción de Ayuso en la política nacional es digna de un estudio pormenorizado en la facultad de Ciencias Políticas que controla con tanta facilidad Podemos. La presidenta de la Comunidad de Madrid no es una gran gestora, tampoco es brillante intelectualmente, pero tiene un discurso que ha sabido conectar con gran parte del electorado de centro derecha de la capital española. Es para echarse a reír cuando uno relee la cantidad de tuits que han dedicado muchos políticos de Balears, también de Ibiza, contra Ayuso cuando el foco de la crisis sanitaria y económica tendría que haber estado sobre el gobierno de Sánchez. Que sepan que cada uno de esos tuits tiene su peso en oro, son votos a chorros para la presidenta madrileña. A cuántas más críticas, más Ayuso. Vale la pena recordar, por ejemplo, que ella fue la primera que pidió el cierre de los colegios cuando estalló la pandemia, que también se adelantó al resto al pedir controles en los aeropuertos y desde el primer día dijo que la cantidad de vacuna que se estaban suministrando era insuficientes. Hay que reconocer que ha tenido razón en todo, pese a quien pese.
Además, ha sido capaz de construir un hospital específico para el Covid19 en un tiempo récord mientras otros presidentes autonómicos decían que necesitaban un año para poner en marcha un centro hospitalario, como es el caso del jefe del gabinete de Castilla-La Mancha, cuando las UCI estaban desbordadas de enfermos y la falta de camas era dramática. Ayuso es un experimento político de Miguel Angel Rodríguez, el ex asesor de comunicación de Aznar que consiguió que el dirigente popular, un tipo sin carisma, gris y antipático, fuese presidente dos legislaturas. Ahí reside el éxito de la presidenta madrileña. Por eso mismo Pablo Casado debería empezar a preocuparse o buscar otro asesor de estrategia política. Porque la ascensión de Ayuso es imparable, aunque algunos sigan riéndose de ella. A ver quién ríe más el 4 de mayo.