En nuestro país, ya lo he denunciado en algunos artículos con anterioridad, se está trivializando, cuando no alentando de forma descarada, una violencia creciente moldeada en un difuso submundo ideológico rayano en la marginalidad y la delincuencia (que, para más inri, mama generosamente la leche agria del guerracivilismo de las ubres del PSOE y Podemos, es decir, del propio Gobierno), violencia que debería ser gravemente penada y perseguida por la ley en aras de apuntalar la democracia y el derecho a la libertad de expresión de todos los ciudadanos y que, básicamente, se focaliza en el acoso reiterativo de carácter muy violento contra la tercera fuerza del Parlamento, sus diputados y simpatizantes con la única finalidad de que no podamos explicar nuestro proyecto político y amedrentarnos para que seamos dóciles y nos confinemos ante la dictadura del miedo. Acoso salvaje que no solo no se impide desde las Instituciones pertinentes, sino, que por el contrario,se blanquea desde amplias capas de la sociedad progresista, incluso, entregándose a brindarle cierta coartada moral desde los medios de comunicación con sofismas miserables; ¿y por qué van a esa provincia, zona o pueblo si saben que es una provocación? Sabían que habría disturbios y organizaron el acto. Van a que se líe y sacarse la foto. La ultraderecha organiza un mitin en un barrio obrero. El movimiento antifascista (¿uno ya logra el carnet Vip de antifascista por el mero hecho de estar todo el día hinchándose a litronas, cortarse el pelo como un mohicano y aparentar desconocer el uso del agua?) convoca un acto contra el acto de la ultraderecha, cargas policiales en un acto de ultraderecha, etcétera, etcétera, etcétera.
Vallecas es mucho más que esas turbas de gorilas analfabetos que siempre acaban tirando piedras y destrozando mobiliario urbano, Vallecas, es un barrio humilde de fuerte arraigo obrero donde VOX sacó casi un 13 % de los votos y más de 13.000 papeletas en las últimas Generales con una subida de casi cuatro puntos en tan solo siete meses, Vallecas, como la inmensa mayoría de los barrios obreros de este País es un azucarillo en un polvorín caliente o la arena de la playa que se les escurre entre los dedos a las castas rojas, los liberados sindicales, las ONGs defiende chorradas y los pijos revolucionarios que, desde sus casoplones custodiados en las zonas altas de las grandes ciudades, les pregonan la bienaventuranza de la revolución que nunca llega, de la humillación del paro y las colas del hambre o el zoco de la Torre de Babel en la puerta de casa mientras les llenan las calles de manteros, carteristas, ocupas, camellos, menas, negocios cerrados, grafitis, mierda, barracones para que estudien sus hijos (claro, los que no puedan permitirse una niñera con un salario de unos 50.000 euros anuales) y mafias de mendigos venidos del Este.
No es raro que Iglesias y señora se pirasen de allí a las primeras de cambio y se montasen un Ministerio para paliar el disgusto que debió suponerles abandonar el bullicio del multiculturalismo del barrio para tener que vivir custodiados por una institución burguesa que protege los intereses de la clase dominante. Y, como se evaporan los caladeros de votos de izquierdas, que ellos imaginaban eternos para sus intereses, mientras observan atónitos como el patriotismo social de VOX arraiga cada vez con mayor fuerza entre los que se sienten huérfanos de ideales y referentes culturales e identitarios, solo les queda los ladridos de la jauría, la pedrada cobarde, el odio de la turba enardecida, el puñetazo por la espalda, el discurso del miedo y la amenaza en las redes…en fin, la constatación palpable y rabiosa de su impotencia y fracaso ideológico.
VOX, convertido machaconamente en el hombre del saco (¡ríete de los cuatro jinetes del Apocalipsis!) por los grandes lobbies financieros transfronterizos y la prensa vendida a las migajas de los amos del mundo, paradójicamente, no ha cometido ni un solo acto de violencia (¡Dios nos libre, encabezaríamos como el malogrado Floyd todos los telediarios durante meses!), ni uno solo, mientras que hemos sido brutalmente agredidos en las Autonómicas celebradas en Galicia, País Vasco, Cataluña y ahora, en la Comunidad de Madrid, por esa argamasa mononeuronal de hordas poligoneras, menas roba turistas y ancianos, porreros, repetidores compulsivos de la ESO, vagos que por llamarse algo se denominan antisistema, separatistas vascos, gallegos y catalanes, ocupas, feminazis, mermados en busca de un selfie entre las llamas y hasta hooligans denominados Bukaneros (mejor se hubiesen bautizado Butaneros en homenaje a su filiación paterna).
Hordas de orangutanes rabiosos que en todo un alarde de esfuerzo intelectual y creatividad (¡ja, posiblemente piensan que se escribe así!) escriben Vallekas imagino que por intentar diferenciarse de la gente trabajadora y honrada de Vallecas. Los mismos analfabetos que creen que las calles son suyas porque así se lo señala la permisividad del Gobierno; los que cerraron el aeropuerto de Barcelona y la frontera con Francia, los que quemaron Barcelona durante semanas y saquearon comercios al amparo del I de Octubre, los que volvieron a las barricadas por el caso Hasél (cuando más razón les hubiese asistido a quemar el mundo entero por lo mal que canta y escribe), en definitiva, los aprendices de Maduro que pretenden decidir, quién, cuándo, cómo y qué podemos decir los españoles que no pensamos como ellos. Un día habrá un muerto, los valedores del odio han acercado tanto la cerilla a la pólvora de esos cerebros mermados, que un día ocurrirá lo inevitable a tenor de cómo se multiplican el acoso y agresiones contra nuestro partido.
Pero bien le iría a los mandamases de la arenga acusatoria y el tuit incendiario que meditasen un poco, que valorasen en su justa medida la impasividad y valentía que exhiben nuestras mujeres, ancianos, jóvenes y líderes frente a sus turbas de la porra, porque, teniendo en cuenta cómo acabó para sus intereses su última escalada de provocaciones y violencia en el siglo pasado, seguro que les resultase más beneficioso optar por la palabra y el debate sabiendo que en VOX no le tenemos miedo a nada ni a nadie. Y es que en Vallecas, pese a su odio, también hemos pasado.