Fue en octubre. En un precioso pueblo de Albania del que ahora no recuerdo el nombre. De noche, tras cenar platos típicos y tomar una cerveza, a la luz de la luna llena un gran amigo me dijo… no se puede ser equidistante… o una cosa u otra. Es un tipo muy razonable, inteligente y lo mejor de todo, alguien informado que sabe de lo que habla y al que si escuchas casi siempre aprendes.
Sin embargo, en este caso discrepo. Nunca he creído en que algo tiene que ser o negro o blanco. Ni rojo ni azul. Puede haber grises, tonos intermedios y matices. De todo se puede sacar algo positivo por más que todo nos parezca negativo. En la campaña electoral en Madrid se están empeñando en decirnos que solo podemos ser de uno o del otro, sin distinciones.
Que el contrario es malísimo y al revés. Que si decimos que nos gusta una cosa somos fascistas y que si nos gusta la otra comunistas, sin medias tintas. Aquí, conmigo que no cuenten, porque yo reivindico la equidistancia. Apuesto por el que te pueda gustar una parte o un punto de un programa electoral sin parecer el coco o que te guste algo del otro sin ser un desgraciado. O, simplemente, que te guste un candidato aunque al final no compartas al cien por cien sus ideas.
En política conozco mucha gente con la que no estoy de acuerdo en todo lo que piensan o defienden pero me caen bien porque antes que nada está el respeto. Charlo con ellos, intercambio pareceres, y casi siempre acabo con una sonrisa en la cara a pesar de que sepa que hay cosas en las que no estoy de acuerdo. Creo, humildemente, que se trata de diferenciar el grano de la paja y quedarnos con lo que nos interesa o nos gusta, venga de quien venga. Porque yo nunca fui del todo ni de unos ni de otros.