Que Armengol culpe al Madrid de Ayuso de las reticencias de ingleses y alemanes para venir a Baleares es una estupidez. La presidenta del Govern se alía así con las infames críticas que están recibiendo tanto Ayuso como sus votantes por parte de dirigentes socialistas-comunistas-separatistas. Jamás se vio peor perder en nuestra joven democracia.
El desprecio a los resultados se mezcla con insultos a los votantes madrileños (¡por parte de ministros y vicepresis del Gobierno de España!), lo cual es el colmo y atufa a peligroso totalitarismo: el fanatismo orquestado por el odio de un cursi psicópata que se niega a aceptar la realidad y dicta por decreto.
En vez de chutar fuera, Armengol podría hacer autocrítica por la extrema dureza de sus restricciones y el ahogamiento de tantos bares y restaurantes. El tratamiento dado a los isleños –especialmente a los ibicencos— nos ha hecho regresar al patio de colegio del peor internado, como si fuéramos una panda de irresponsables rapaces a los que hay que castigar.
Si el verano pasado barajaron un apartheid turístico a la cubana, con diferentes derechos según fueras nativo o foraster, este año han sido algo más sutiles, cerrándolo todo hasta que empiecen a venir turistas.
Mientras tanto, en Madrid se apostaba algo más por el sentido común y la responsabilidad individual, y se podía ir al Prado a admirar a Tiziano y luego fumarse un puro y brindar en el bar (¡ah, la maja liberal frente al tirano absolutista!).
Una política valiente, muy diferente y muy indigesta para tanto aspirante a dictador autonómico o monclovita. Y tal política ha sido premiada masivamente en las urnas, provocando la histeria del cursi psicópata y la insultante reacción de sus aduladores, vencidos por el miedo.