Los progenitores podríamos desear que los hijos ejecuten nuestras órdenes como actitud básica, hacer caso a la autoridad. El ideal sería: “Cuando se le pide recoger los juguetes… el menor coloca todos los juegos de forma inmediata”, “cuando se les dice que bajen la basura… dejan lo que están haciendo y corren a bajarla”, etc. Quizás la crianza de «ordeno y mando» y de «ejecución inmediata» no sería tan buena como se pueda pensar.
El experimento de Milgram (S. Milgram, 1933-1984) ya se alertó de los peligros de la obediencia ciega “…La extrema buena voluntad de aceptar cualquier requerimiento por parte de la autoridad genera peligro…”. Dependiendo de la edad de los hijos las autoridades serán padres, madres, educadores… pero en la medida que crezcan serán amigos, youtubers, influencers, grupos de música, etc. ¿Qué pasará si un amigo, al que considera líder (autoridad), le propone fumar un porro ?, ¿qué pasará si un youtuber de moda hace apología de la extrema delgadez?. Si un menor interioriza el comportamiento “autoridad-obedecer” y no reflexiona sobre este binomio podrá cometer muchos errores, puesto que cumple una orden sin pensar en las consecuencias de los hechos como demostró Milgram.
Generalmente los niños dóciles en casa también lo son en la calle y esto puede ser preocupante. De hecho, cierta “rebeldía” por parte de los menores, ante los criterios de los progenitores, puede llegar a ser positiva. Para proteger a los hijos/as de este riesgo tendremos que educar desde la obediencia reflexiva o intelectual. Se trataría de que aprendiesen a ser obedientes desde sus propios postulados, desde las consecuencias de sus propias decisiones. Tratar de que las reglas se interioricen, comprendan y entiendan.
Un ejemplo: No recojo porque es sólo una orden de mi padre/madre, sino porque entiendo que en estas condiciones no podemos entrar en el cuarto, pero como es mi cuarto, lo colocaré a mi gusto. Fomentar los propios gustos y criterios de los menores ayudará a favorecer una obediencia más intelectual y más crítica, que le ayudarán a reflexionar sobre las consecuencias de sus actuaciones. En el fondo ningún padre o madre quiere que sus hijos, influenciados por los demás, actúen en contra de sus propias convicciones.
En la sociedad actual, educar a nuestra infancia en el modelo de obediencia ciega a la autoridad, les posiciona como seres inertes. Receptores de modas, de influencers, de manipuladores, etc. que marcarán en cierta medida su porvenir, sin que ellos sean conscientes de su propio perjuicio.