Los Apóstoles contaron a Jesús todo lo que habían hecho y enseñado. Y Jesús les dice: Venid vosotros solos a un lugar apartado, y descansad un poco. El Evangelista Marcos afirma que era tan intenso su trabajo que ni siquiera tenían tiempo para comer. El cristiano debe estar para el servicio del Evangelio. El que se entrega a trabajar por Cristo no ha de tener un momento libre; pero también enseña el Señor que hay que tener sentido común y no pretender hacer algo que excede de nuestras fuerzas naturales.
El Señor ha hecho planes para descansar algún tiempo. Para ello marcharon en la barca a un lugar tranquilo y apartado. Pero la gente ávida de escuchar la Palabra de Dios, y de estar con El Señor, al verlos marchar, fueron allí a pie, desde todas las ciudades, y llegaron antes que ellos Jesús al contemplar la muchedumbre, se llenó de compasión porque estaban como ovejas sin pastor. Y se puso a enseñarles muchas cosas. El Señor no se enfadó, por impedirles descansar. Los recibió con agrado y paciencia. Alguien puede pensar que molestaban al Señor, que las solicitudes eran inoportunas. Jesús, no tiene horario, siempre recibe con respeto a todos los que se le acercan. Hermoso ejemplo para nosotros que en muchas ocasiones, nos molestamos porque alguien viene a una hora que nos resulta molesta e inoportuna. Necesitamos paciencia, respeto, buena acogida y mucha caridad. Un joven sacerdote pidió consejo a un sacerdote mayor. Este le dijo: hay que tratar bien a todos, administrar dignamente los sacramentos y no apegarse al dinero. Esto sirve para todos los sacerdotes, y también para todos los que quieran vivir clara y honradamente.
Es muy importante saber escuchar, ser más comprensivos, y atentos, ante el que tiene problemas importantes y suplica alguna solución factible. En cierta ocasión pidieron un favor a una persona. Esta persona contesto: “ Yo no soy Jesucristo”. Es cierto, dijo un obispo, pero es cristiano y debe actuar como tal. Hace muchos años un pobre pidió a un señor una limosna, dicho señor contestó: “ lo siento, hermano, pero no llevo dinero”. La respuesta del pobre fue esta: “Ya me ha dado bastante, llamándome hermano”.
Recordemos la parábola del buen samaritano (Lc.10,25-37). Escuchemos lo que dice Jesús: anda, haz tú lo mismo.