No digo yo que Afganistán no sea importante. Seguro que mi incultura en el marco de las relaciones internacionales me impide entender que allí se decida nuestro futuro. Entiendo que hay que proteger a quien vive allí, rescatar a nuestros ciudadanos y a quienes han ayudado durante años. Y que los talibán son tan horribles que amenazan toda la civilización occidental.
Pero no hay día que no escuche en las noticias un monográfico sobre el tema cuando hay otros muchos conflictos que parecen olvidados por intereses que se escapan de mi entendimiento. Hace unos días un terremoto de 7,2 grados en la escala Richter dejó más de 2.000 muertos en Haití, ese pequeño país caribeño del que nadie se acuerda salvo para cantar una canción que sonó más a postureo que a ayuda real. Es difícil encontrar un país más golpeado por las tragedias que este, incluyendo el asesinato en julio del presidente Jovenel Moïse en un asalto al palacio presidencial que aún no se ha aclarado. Hace unos días escuché a una misionera española que contaba cómo, además, las mafias y las bandas controlaban con extrema dureza la zona portuaria de Puerto Príncipe sin que la comunidad internacional o los medios de comunicación informaran.
Lo mismo sucede con Camerún, donde la ONU estima que cuatro millones de personas necesitan asistencia humanitaria tras los ataques yihaidistas y la guerra que desde 2017 mide a grupos separatistas con el Gobierno. O en Etiopía, inmersa en una escalada de violencia étnica y hostilidades muy graves desde noviembre en la región de Tigray.
O en Mozambique, donde los ataques del Estado Islámico de África Central se unen a los daños provocados por los ciclones Kenneth e Idai, o en Siria, donde su guerra ha provocado que ocho de cada diez sirios vivan en condiciones de pobreza y que 5,5 millones hayan buscado refugio en Turquía o Líbano. O, incluso Yemen, que desde hace seis años vive una guerra civil tras un golpe de estado, disparando las cifras de desnutrición infantil.
De hecho, mientras solo se habla de Afganistán, Ayuda en acción calcula que el 80% de los yemeníes necesitan asistencia humanitaria siendo, un año más, la mayor crisis humanitaria a nivel mundial.