Goebbels era un gran propagandista. Novelista fracasado, supo conectar con el populacho. Mucho antes de asesinar a sus hijos al ver la guerra perdida, obtuvo un gran eco al diseñar campañas para acabar con las «cargas humanas».
Ese tipo de familia de progenitores psicópatas narcisistas que en España se fundaron con gran éxito entre los años 40 y 60, en Alemania triunfaron en los 30. Familias que ven a un hijo como una extensión y espejo de su autodivinización y depredaciones o bien como inútiles cargas a eliminar como chivos expiatorios.
Enraizaron en España y a nadie se le ocurre ni hoy defender a sus víctimas. Goebbels imprimió carteles con fotos de bebés ciegos cuyos padres los entregaban para que les quitaran la carga de tratarlos sin sacarles provecho alguno. Los padres fascistas pedían a gritos que se les aplicara alguna solución final para «estar tranquilos».
El primero fue Gerhard Kretzsmer, de seis meses y cuyos progenitores lo «denunciaron» a las autoridades. El cartel exhibía al pequeño cuerpo del niño ciego y de alma enorme y, como hacen siempre los psicópatas, se apelaba a la vergüenza, acoso moral típico, de tener a un monstruo así y soportar dicha carga. Fue asesinado con una inyección letal. Miles le siguieron. El lema ‘Una carga para el Estado' era el lema estrella.
Estos salen caros, los otros son una pesada carga. Los nazis no inventaron nada, solo su solución final. Hace poco vi un cartel en una televisión privada. Una cara representando un no pinchado y unas cifras. España. En un contexto donde la UE insiste en que «o mueres o te vacunas», en España se trasforma en «o te pinchas o nos matas y eres una carga». Curioso: no hay derecho a la eutanasia por COVID-19.
Si me vacuno es para ser sano, protegido y correcto, entonces, ¿qué más da si otro no lo hace y se deja morir? Al sano y protegido por antivirus no le afectaría. Aquí es o con nosotros o eres lo peor. Y, según pude ver en televisión, una carga. En el cartel se podía leer que un no vacunado le cuesta 41.000 euros a España.
Cuarenta mil euros, nada menos. Los asociales son una carga. Si el cartel pusiera un millón de euros, igualmente nadie protestaría. Cuanto más se marca al enemigo, más carga es. En las sectas de manual, los jefes pueden gastar recursos pero son los internos a quienes se acusará de colapsar el sistema alimenticio si un día se agota el pan que se comen los demás. Se les acusará de «terminarse» la comida.