La educación escolar tiene efectos profundos en la forma de funcionamiento de nuestros cerebros. El cerebro de los niños es muy maleable, y tiene una increíble capacidad de adaptación y de absorción de información. Durante nuestros primeros años de aprendizaje, el cerebro se reestructura de forma casi completa. La información aprendida se consolida y se utiliza para el desarrollo madurativo. Conocer cómo aprende nuestro cerebro nos permite abordar las dificultades de aprendizaje y ayudar a los niños a desarrollar todo su potencial.
Del mismo modo que la escolarización, el ambiente o entorno, al igual que la genética, condiciona la forma en que el cerebro se va construyendo. Los procesos de aprendizaje ocurren gracias a nuestro cerebro, pero la información tienen a su vez un gran impacto en el mismo, adaptando y condicionando la forma en la que va a continuar aprendiendo. Cada vez que consolidamos una forma de aprendizaje, esta deja una huella. A esta capacidad del cerebro de cambiar físicamente para adaptarse la llamamos plasticidad cerebral.
La plasticidad del cerebro y la capacidad de aprendizaje en la infancia es irrepetible. Durante los primeros años de vida las neuronas se organizan y establecen conexiones unas con otras, formando la estructura cerebral que tendremos de mayores. El cerebro de los niños no aprende de la misma manera que el de los adultos. Para que los niños desarrollen todo su potencial y poder prevenir el fracaso escolar, necesitamos que la educación se adapte a sus necesidades, preferencias y habilidades.
Nuestro cerebro está constantemente escaneando el entorno en busca de estímulos. Cuando surge un estímulo inesperado, nuestro instinto de supervivencia hace que el cerebro centre toda su atención en este para estar preparado hacia la acción. Sin embargo, cuando los estímulos del entorno son principalmente predecibles o repetidos, el interés del cerebro por el mundo externo se reduce y hace que pase a buscar nuevas sensaciones en el interior. Es por ello que, la estimulación es fundamental para mejorar el aprendizaje.
De la misma manera que la capacidad de aprendizaje es notablemente más superior en la infancia que en la adultez, también se han de conocer cuales son los contenidos que el cerebro infantil puede asimilar. El pensamiento de «cuanto antes aprendan algo será mejor» sería un error ya que para almacenar determinada información el menor no tendrá la estructura cognitiva necesaria, pudiendo producir un efecto negativo en sus procesos de aprendizaje.
Muchos expertos alertan del peligro del uso de tecnologías en menores de 3 años, incluso si son educativas, ya que pueden generar condicionamientos en la forma de aprender y sobretodo generar una huella sobre las conexiones neuronales naturales que condicionaran otras formas de asimilar información.
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