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La Anunciación a María

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| Ibiza |

El arcángel Gabriel comunica a la Santísima Virgen su maternidad divina, recordando las palabras de Isaías que anunciaban el nacimiento virginal del Mesías y que ahora se cumplen en Santa María. La Anunciación a María y Encarnación del Verbo, que celebramos el pasado día 25 es el hecho más maravilloso, el misterio más entrañable de las relaciones de Dios con los hombres y el acontecimiento más trascendental de la Historia de la humanidad. ¡Que Dios se haga Hombre y para siempre! Y, sin embargo, el día en que la Segunda Persona de la Santísima Trinidad asumió la débil naturaleza humana de las entrañas purísimas de Santa María, nada extraordinario sucedía, aparentemente, sobre la faz de la tierra.

Dios, desde toda la eternidad, eligió a María para que Unigénito Hijo tomase carne y naciese de Ella, en la plenitud dichosa de los tiempos; y en tal grado la amó por encima de todas las criaturas que sólo en Ella se complació con señaladísima complacencia. Este privilegio de ser virgen y madre al mismo tiempo, concedido a Nuestra Sra., es un don divino, admirable y singular.

Dios tanto engrandeció a la Madre en la concepción y en el nacimiento de su Hijo, que le dio fecundidad y la conservó en perpetua virginidad.

Que Santa María, la llena de gracia, Purísima Virgen, antes del    parto, en la parto y después del parto, se digne alcanzarnos para todos la salud, el amor y la paz. Jesús nos habla de la necesidad de la conversión. Hace alusión a los galileos a los que Pilato mando ejecutar y a los 18 hombres sobre los que cayó la Torre de Siloé y los mató. El Señor explica que aquellas personas que padecieron tales desgracias, no se debía a que fuesen peores que los demás. ¡No!, os lo aseguro, pero si no hacéis penitencia, todos pereceréis igualmente. Dios no siempre castiga en esta vida a los pecadores. Todos somos pecadores y Dios puede castigarnos por nuestros pecados; pero Cristo ha venido a reparar por nuestros pecados y nos ha abierto las puertas del Cielo. Cristo murió por nosotros, y esto nos debe dar paz y esperanza.

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