Sucedió que, estando Jesús, junto al lado de Genesaret la multitud se agolpaba a su alrededor para oír la palabra de Dios. Y vio dos barcas que estaban en la orilla del lago; los pescadores habían bajado de ellas y estaban lavando las redes. Entonces, subiendo en una de las barcas, que era de Simón, le rogó que la apartase un poco de la orilla. Y sentado enseñaba desde la barca a la multitud.
Cuando terminó de hablar dijo a Simón: «Guía mar adentro y echad vuestras redes para la pesca». Simón le contestó: «Maestro, hemos estado fatigándonos durante toda la noche y nada hemos pescado; pero, no obstante, sobre tu palabra echaré las redes». Y habiéndolo hecho, recogieron gran cantidad de peces, tantos que las redes se rompían.
La disponibilidad para hacer en nuestra vida la voluntad de Dios es un tema fundamental en el evangelio de hoy; algo muy actual de cara a la escasez de vocaciones sacerdotales y consagradas, y también por supuesto del apostolado seglar.
En el Evangelio se nos presenta la disponibilidad de los primeros discípulos que dejaron todo lo que era su seguridad y siguieron a Jesús. Hay en ello un reconocimiento previo del propio pecado ante el poder de Dios.
Es Dios quien elige y llama.