Aún que no es un concepto nuevo intuyo que alguno de los lectores no conocerá el termino suggar daddy pero si tiene alguna o algún menor de edad en su entorno familiar y usa habitualmente las redes sociales debería prestar atención a este tipo de conductas y comportamientos que pueden afectar a nuestros menores.
El concepto sugar daddy se podría definir como un adulto con edad avanzada y gran poder adquisitivo que ofrece regalos, dinero, viajes, ropa, entre otras cosas, a una chica mucho menor que él, en ocasiones menores de edad, a cambio de una relación y/o acompañamiento. Estas jóvenes son denominadas sugar baby.
Aunque existen empresas especializadas en este proxenetismo, el contacto y la búsqueda de jóvenes suele realizarse a través de las redes sociales, el modus operandi funciona de la siguiente manera: el adulto se graba un video enseñando sus bienes, su poder económico, los obsequios que regalará y/o la vida que ofrece a las chicas que quieran tener una relación con él. Posteriormente las jóvenes responden a través la red social enviando videos que muestran sus cualidades (sexualizadas) para ser seleccionadas. Una vez establecido el contacto comienza la transacción Pretty Woman 2.0.
Este tipo de modalidad maquillada bajo la denominación «sexo transaccional» está estructurada en tres aspectos, el primero tiene que ver con la manipulación, la falta de maduración de las adolescentes provoca que estos adultos se aprovechen de ellas mostrando su estatus social para impresionar a las chicas con sus riquezas y la posibilidad de una vida de lujos. En segundo lugar, con la desigualdad, inicialmente este lenocinio empezó con menores de barrios pobres, con necesidades económicas, que buscaban tener unos ingresos rápidos. Y en tercer lugar, con el consumismo, estos adultos se aprovechan de jóvenes adolescentes fácilmente influenciables por productos de lujos tecnológicos, por marcas de ropa, zonas VIP, etc.
Es un claro ejemplo de cosificación donde se ve a la adolescente como un objeto sexual, el valor de la persona recae en su físico. Generará un problema como mínimo psicológico cuando su «patrocinador» pida tener una sexualidad para la cual no está preparada, cuando sea cambiada por otra, cuando descubra que el afecto mostrado solo era un arreglo económico, cuando deje de ser la prioridad, etc. Por no mencionar los riesgos de contagio de enfermedades de transmisión sexual.
De nuevo aparece la necesidad de gestionar y controlar las redes sociales de nuestros menores para evitar posibles riesgos como los puteros 2.0 mencionados en este artículo.
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