De escándalo mayúsculo cabe calificar el mamotreto de infraestructura que se colocó en s'Estany des Peix de Formentera. Dicho esto de entrada cabe analizar al detalle lo ocurrido y sobre todo si tenemos en cuenta que en ningún caso se trata de algo sorpresivo que, de repente, haya aparecido en ese lugar sin que nadie lo supiera.
Por diversos detalles que se pudieron conocer a los pocos días de que se publicara la noticia de la instalación de la infausta pasarela nadie puede dar veracidad a quienes han afirmado desconocer el detalle de lo que se había montado. Parece ser que ya en la pasada legislatura al tratar el tema de la regulación de los fondeos en el citado Estany des Peix se aprobó por parte del Ejecutivo insular, en aquellos momentos en manos de GxF, una propuesta de proyecto en la que figuraba tal infraestructura; sin que se hubiera reaccionado entonces con la contundencia esperable a la hora de rechazar semejante propuesta.
Ha habido que esperar a que estuviera instalada la pasarela con sus correspondientes pilares de hormigón para que los gobernantes se llevaran las manos a la cabeza manifestando su indignación y su incredulidad ante semejante aberración de infraestructura. Lo que está claro es que en este tema nadie ha cumplido con aquello que cabe esperar de los miembros de la institución insular y digo nadie ya que ni los que gobiernan ni la oposición han estado al nivel de trabajo que les es exigible.
Uno no sabe qué es peor: que los políticos de turno desconocieran el detalle de lo que ellos mismos habían aprobado y que se debía ejecutar en una zona tan sensible o que conociéndolo estuvieran de acuerdo y, por tanto, les pareciera que era lo que procedía instalar en s'Estany. Ante cualquiera de las dos opciones la única palabra que se me ocurre es ‘desidia', ya que según el diccionario significa «falta de ganas, de interés o de cuidado al hacer una cosa». De todo lo ocurrido parece claro que el interés y el cuidado por parte de los responsables políticos a la hora de ejercer su trabajo en este caso al menos han brillado por su ausencia.
GxF porque gobernaba y los demás por no haber estado lo suficientemente pendientes de lo que se aprueba en la institución de la que aunque sea en la oposición también forman parte. El tema en cuestión era y sigue siendo lo bastante grave como para que todos y cada uno de los miembros del Consell hubieran estado muy pendientes de cada uno de los pasos que se iban dando y que han acabado en la implantación de semejante pasarela del todo innecesaria. La oposición tampoco puede pretender lavarse las manos en lo que ha responsabilidad se refiere, ya que si bien no era decisión suya lo que había que instalar, si lo era controlar en todo momento la gestión del Ejecutivo y no aparcar ni por un momento su oposición a semejante barbaridad.
Está claro que de un modo u otro todos fueron muy poco diligentes a la hora de ejercer sus funciones y la desidia es aplicable a todos sin excepción. Parece que va siendo una constante que los cargos de GxF se vean obligados a renegar de decisiones adoptadas con anterioridad. Solo cabe recordar la polémica reciente con los chiringuitos de playa. Los del PSOE también parece claro que cuando estaban fuera del equipo de gobierno no sabían muy bien cómo defender los intereses de la isla. De hecho, basta recordar la manifiesta incapacidad para evitar en su momento que desde Palma su propio partido decidiera cerrar la oficina del Ibavi en la isla, tan solo un mes después de su puesta en marcha. Finalmente, en lo que a los de Sa Unió se refiere, no cabe duda de que están muy lejos de lo que cabe esperar de un partido que pretende ser alternativa de gobierno.
Por todo ello parece claro que se nota la falta de un gesto de autocrítica por parte de todos, si bien es cierto que el mayor grado de responsabilidad en todo lo que está ocurriendo con este tema lo tienen los partidos que gobiernan la isla en coalición. Mal está que desde la presidencia no se supiera lo que se iba a instalar, pero se supone que debería haber tanto técnicos como políticos, todos ellos responsables tanto del área de gestión, como del seguimiento de las obras a ejecutar y por tanto alguien no hizo ni de lejos el trabajo que le correspondía.
Que los responsables políticos no se enteren o incluso se atrevan a negar aquello que todo el mundo está viendo, es grave. Ahora bien, más lo es que quien tiene la obligación de manejar el barco no tome decisiones ante semejante despropósito.