Qué difícil resulta hacer una valoración imparcial del resultado de cualquier contienda electoral. Nunca los partidos políticos, sean ganadores o sean perdedores, hacen la valoración real de lo sucedido. Quienes resultan vencedores suelen adjudicarse todo tipo de méritos, asegurando que gracias a ellos la sociedad podrá seguir un camino de mayor y mejor progreso; mientras, los que han sufrido la derrota siempre buscan el mínimo resquicio para justificar sus malos resultados.
Las recientes elecciones en Andalucía no han sido una excepción y ha vuelto a suceder lo mismo. A pesar de haber cosechado los peores resultados hasta la fecha, los partidos de izquierdas tratan de argumentar la espectacular pérdida de votos en un feudo hasta hace poco claramente progresista. Ninguno quiere entrar a valorar su incapacidad para ponerse de acuerdo y coaligarse para plantarle cara al auge ya previsible de la derecha y la ultraderecha. La división dispersa el voto progresista y facilita la labor de los rivales políticos.
Hay que tener en cuenta dos cuestiones fundamentales; una que en el PSOE, principal partido en la izquierda andaluza, las aguas están todavía medio a encauzar y que la falta de un referente suficientemente conocido en toda la comunidad autónoma tampoco iba a ayudar, tal como ha sucedido, a obtener un resultado que al menos pudiera considerarse esperanzador. La realidad es dura y no es otra que los socialistas han obtenido el peor resultado hasta la fecha en unas elecciones autonómicas. Por otro lado los partidos a la izquierda de los socialistas también llevan mucho tiempo a la greña y discutiendo entre ellos quien es más progresista y más andalucista.
Por todo ello, quien mejor partido le ha sacado a esta división de la izquierda andaluza ha sido el principal partido de la derecha que, de forma totalmente imprevisible para los progresistas, se ha acabado imponiendo en todas y cada una de las provincias de su territorio, incluso en aquellas consideradas hasta ahora los graneros de votos progresistas. Quien se ha visto también muy lejos de las expectativas que tenía depositadas en su propia lista ha sido Vox, que a pesar de haber conseguido dos diputados más ha quedado muy lejos del resultado que esperaban obtener.
Visto el resultado definitivo, ninguna de las encuestas que se habían publicado vaticinaba una mayoría absoluta para el PP. Todas ellas tenían claro que para formar gobierno no tendría más remedio que pactar con Vox, tal como ya había hecho antes de una forma en Madrid y de otra en Castilla y León. Y es a partir de la obtención de la inesperada por todos mayoría absoluta, que empezamos a ver titulares de prensa que desde mi modesto punto de vista son totalmente erróneos. ‘El PP frena a Vox' o ‘El PP pone techo a Vox', esos son los titulares que hemos podio leer estos últimos días en la mayoría de medios de comunicación y, mi conclusión, es que tales afirmaciones están muy alejadas de la realidad.
Lo que ocurre realmente es que en Andalucía el PP no necesita a Vox para gobernar, lo mismo que ocurre hasta la fecha en Galicia y en ambos casos se actúa del mismo modo. Se prescinde y se ningunea a la extrema derecha (cosa que sea por lo que sea siempre beneficia a la democracia), pero no se prescinde de Vox por rechazo a su ideología machista, homófoba y xenófoba; se prescinde de ellos simplemente por que no los necesitan para gobernar. Hay que recordar que Moreno Bonilla durante la precampaña y la campaña en ningún momento se atrevió a afirmar que en ningún caso pactaría con la extrema derecha para gobernar; por lo que visto como se ha actuado en otros casos, de haberlo necesitado no cabe la menor duda de que Vox habría entrado en el ejecutivo andaluz pactando con el PP.
El cambio en el tono de los debates (al menos de momento) por parte del actual presidente nacional de los populares en ningún caso supone el rechazo a las tesis que defiende el partido de la extrema derecha española; ni la negativa a plegarse a exigencias vergonzantes exigidas por la misma en aquellos lugares que gobierna o en los que sus votos son necesarios para mantener el gobierno.
Por lo tanto, el PP andaluz en ningún caso ha frenado a Vox, sencillamente no los necesita, igual que ocurre en Galicia. La prueba de que en realidad nada ha cambiado es que la misma persona que presidía Galicia y rechazaba a Vox en cuanto ha pasado a presidir el partido a nivel nacional ha agachado las orejas y ha consentido que la extrema derecha gobierne con ellos en Castilla y León. Y así lo seguirá haciendo allá donde lo necesite: el PP sigue siendo el principal aval de Vox.