El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha decidido declarar la guerra a las encuestas y a quienes de uno u otro modo venimos sosteniendo que la política nacional va a seguir marcada por lo que el sociólogo Pedro Arriola (que en paz descanse), solía llamar «pulsión de cambio». Esa es la razón de la contraofensiva mediática -también política- que después de la cumbre de la OTAN y en vísperas del debate sobre el estado de la Nación, han puesto en marcha los teólogos del Palacio de la Moncloa. Nada menos que cinco entrevistas del presidente en una semana para que la gente cambie de conversación. No le va a ser fácil conseguirlo si tenemos en cuenta que el personaje está sometido a un severo proceso de desgaste. En general, por errores propios que se han ido acumulando en el «debe» de un balance lastrado por la pérdida de credibilidad. Y por los contratiempos derivados de un Gobierno partido en dos frente a asuntos tan importantes como la guerra de Ucrania, el caso Pegasus, la cuestión del Sahara Occidental, los gastos militares, el salto de los migrantes a la valla de Melilla, etc. Moncloa juega con la voluntarista pretensión de que su cotización electoral ha mejorado considerablemente con el éxito de imagen logrado por España en la organización de la reciente cumbre de la OTAN. Puede que así sea entre las treinta delegaciones internacionales que acudieron a la cita de la semana pasada. Sin embargo, no está clara una valoración equivalente para consumo interno, si tenemos en cuenta la ya mencionada fractura política del Gobierno de coalición o el proceso de empobrecimiento general que nos amenaza a causa de la inflación. En todo caso, vale la pena hacer una inmersión en las cinco entrevistas que estos días ha concedido Sánchez a medios afines para descubrir un discurso lleno de trampas. La primera, el descarado cálculo que pretente que la gente cambie de conversación y solo hable de las cosas que interesan al Gobierno. O sea, menos Andalucía y más cumbre de la OTAN. Menos inflación y más estabilidad para los sanitarios. Dice el presidente que la gente no está todo el día hablando de los sondeos que anuncian un cambio de ciclo en la política nacional. Pero de paso las descalifica al sugerir que también forman parte de una conjura de «poderes oscuros» que pretenden rendir el ánimo de la España progresista para privatizarlo todo y acabar con el Estado del bienestar. Ese es el discurso. Que no son molinos de viento sino gigantes a los que el PSOE les cambió el paso con la moción de censura y dos victorias electorales, según él. No lo soportaron. Desde el minuto uno «intentaron derrocar al Gobierno de España», recuerda Sánchez. Ahí tenemos la causa o las motivaciones de la contraofensiva de Moncloa contra la España de «los malos».
Sánchez, al ataque
Antonio Casado | Ibiza |