«En Ibiza hay hijos de payeses, hijos de pescadores e hijos de puta». Me gusta recordar a D. Isidoro Macabich cuando topo con la horterada de los cordones Very Indecent People (nada tienen que ver con el ADN, tampoco con la belleza o la personalidad; solo es cuestión de dinero y ni siquiera saben gastarlo).
La entrevista de Toni Planells a Cati Roig, de la tienda Can Reial en Es Cubells, es un testimonio etnográfico de lo mucho que han cambiado las costumbres entre indígenas y forasters con la irrupción de las nuevas hornadas de la masificación turística. Cuenta Cati que antes a su tienda iba mucho millonetis a comprar, pero que ahora mandan a los sirvientes. Que el trato siempre fue de igual a igual con cualquier visitante, celebridades incluidas, naturalmente, pero que «los jóvenes de ahora son estúpidos totales».
Me he reído a carcajadas y preparo un Ricard que se transforma en lechosa nube alquímica, una vía láctea en mi copa con la que brindo por esas timbas antiguas, ese modo de vida sin clases pero con mucho estilo, en que la naturaleza señorial de los nativos armonizaba con vagabundos y viajeros de gran personalidad. Ya contaba el errante Arxiduc que, en su primer viaje a Ibiza (1867), fue sorprendido por la dignidad del guía. Cuando observó que le daban a comer aparte, el ibicenco presentó su renuncia: «Aunque sea más pobre, me considero a mí mismo tan importante como usted». Tal orgullo sorprendió a Luis Salvador de Austria, hicieron las paces y brindaron juntos en sus variadas excursiones.
Hoy como siempre, es una cuestión de cortesía lo que hace más llevadera la relación entre las diversas gentes. Y ante la chusma, con dinero o sin dinero, siguen destacando maravillosos especímenes de cualquier edad.