La recomendación de la OMS al colectivo gay para que reduzca el número de sus contactos íntimos parece un retorno al siglo pasado, concretamente a los 80 en pleno auge del sida. Sus palabras pueden traducirse como: no seáis malos, tened una única pareja a ser posible del sexo contrario, y formad una familia.
En resumidas cuentas, se señala a un grupo como responsable del aumento de casos positivos por su promiscuidad. En un principio creí que se trataba de un fake y lo dejé correr, pero luego comencé a ver la misma noticia en diferentes medios de comunicación y me tuve que frotar los ojos. Para ilustrar la noticia aparecía la foto del director de la OMS que tan familiar se ha hecho desde la aparición de la COVID. Existen dos cepas y la que se ha extendido aquí es la cepa nigeriana de la cual sólo consta un 1 % de mortalidad. La mayoría no ha precisado hospitalización.
El modo de contagio es el contacto directo con alguien con síntomas, tocar toallas, ropa, sábanas que hayan estado en contacto con la persona infectada o inhalar el virus durante un prolongado cara a cara o mediante besos, caricias o relaciones sexuales.
De acuerdo, ¿entonces los heterosexuales son insípidamente vírgenes y ni se les pasa por la cabeza follar y tan aburridos que no dan besos ni caricias? ¿Tampoco mantienen charlas edificantes con otras personas porque eso sería demasiado informal? Desde que ha surgido una vacuna contra esta viruela quiero entender que esta enfermedad no traspasará los límites del sida, que aún anda sin vacuna. Porque sino poco a poco se irían igualando el número de contagios de homosexuales y heterosexuales y desaparecería este lamentable argumento que no crea más que polémica.